lunes, 16 de abril de 2007

YUCATÁN: LO PEOR ESTÀ POR VENIR

+ Despidos laborales, cosechas perdidas, epidemias, saldos del Huracán Isidoro
+ "Se nos vino Dios encima"
Daniela Rea Gómez
Octubre 2002

Del campo de batalla que era la ciudad, poco queda. No pasó más de un día para que los yucatecos comenzaran a levantar las ruinas en que se convirtió el estado al paso del huracán Isidore, el 22 de septiembre.
Forzada, la vida, vuelve a la normalidad y la rutina con su prisa: las escuelas, el trabajo, el turismo. Y aunque los yucatecos caminan bajo la lluvia y entre los escombros como si nada hubiera pasado, saben que lo peor está por venir.
Los vientos de Isidore arrancaron cultivos de pepino, maíz, frijol y rábano, ahogaron a cientos de miles de aves y ganado, quebraron caminos, tumbaron postes, destruyeron industrias.
La cosecha de este año se perdió casi en su totalidad y los despidos en las empresas ya comenzaron: los yucatecos temen que el desastre sea un pretexto para evitar la liquidación y el pago de aguinaldos.
"Para como están las cosas, en quince días viene de verdad lo duro. Ahorita recibimos ayuda pero esto se olvidará pronto y entonces sí paisano, a comenzar de nuevo", Roberto Solis Lara no tiene otra más que esperar con lo poco que el destino le permite prevenir.
Llueve sobre mojado.-
La tarde meridiana recibe a los reporteros con una tromba de más de una hora. Dicen que lleva días así, que de repente el cielo se pone gris y llueve y llueve hasta inundar la mayoría de las calles del centro.
Los yucatecos caminan como si nada, con cierta resignación se quitan los zapatos, se levantan las faldas o remangan el pantalón y continúan el camino, de vez en cuando se ven algunos turistas despistados aferrados a un impermeable para evitar la lluvia.
Por todos lados se escuchan estadísticas y al parecer eso es lo que menos les importa, lo único que quieren es retomar su vida y sentir que todo está bajo control, quieren dejar atrás las 3 horas de fila para comprar 5 barras de pan, las cuadras y cuadras de autos esperando gasolina de la cual no quieren venderles más de 100 pesos.
Y en lugar de eso, prefieren ver las cosas si no con optimismo, sí con cierta ironía. A Pedro Madera se le cayó el techo de su casa y lo cuenta como si se tratara de una broma:
- Se me vino Dios encima - la respuesta viene acompañada de una sonrisa resignada que poco a poco se transforma en carcajada
- ¿Y te da risa?
-Pues si, si me molesto me enfermo y ya bastante tengo con mi madre que se puso mal del nervio.
En la zona centro del estado el panorama se ofrece prometedor: si bien el 60% de la población aún no cuenta con energía eléctrica y servicio de agua, al menos los caminos son transitables y se puede respirar tranquilo.
Sin embargo, la zona sur colindante con Campeche sigue inundada y aún hay municipios en que las condiciones de plano obligaron al Ejército Mexicano a darlos por perdidos. Únicamente se acercan a llevar a los habitantes a los albergues, por que transitar ahí es un campo minado: remolinos, corrientes de agua, cables eléctricos rozando con el agua.
Los campos arrancados.-
El 85% del total de los cultivos en el estado se perdió con el huracán, entre cítricos, frijol, maíz, legumbres y henequén, siendo el último el más afectado, ya que con los vientos las hojas se quemaron por completo quedando inservibles.
El sur del estado colindante con Campeche, zona agrícola en su mayoría, sufrió los mayores daños por los vientos y las inundaciones. En total se estiman 120 mil hectáreas perdidas, la cosecha de este año.
Los campos perfilados por la carretera están revueltos, sucios, llenos de ramas y escombro. Rescatar lo poco que quedó, implica barbechar de nuevo los caminos: decenas de campesinos tienden sus bicicletas en la carretera y con machete en mano, cortan las ramas. Debajo de ellas, no encuentran más que rábanos, maíz, pepinos quemados.
"Ahora si que nos amoló el huracán. Lo que tenemos que hacer es limpiar los campos y sacar todo el producto podrido y esperar a que sane la tierra para volver a plantarla. Lo de este año, ya se perdió, no hay vuelta de hoja. Trabajo tenemos mucho, pero éste no se paga" la última frase de Miguel originario del municipio de Conkal a pocos minutos de Mérida, se repetirá en todas las platicas con los yucatecos.
"Ahorita como sea tenemos alimento, tenemos apoyos que nos llegan de todo el país, hay manera de resanar la falta de los productos del campo, pero cuando éstos dejen de llegar, no habrá comida. Ya comienzan a verse los costos altos de las verduras y después será peor. Lo jodido apenas empieza" dice Gilberto Pérez Maza del municipio de Baca.
Dos años para recuperar henequén.-
En la región central del estado había 5 desfibradoras de henequén de las cuales sólo una está trabajando: las otras cuatro perdieron la infraestructura y no hay planta para trabajar, cada una pagaba a 40 personas, en su mayoría de la tercera edad.
José Antonio Lara Xuffi, dueño de la Hacienda San Carlos, la única que trabaja actualmente, pensaba expandir la desfibradora y poner una tequilera. El paso de Isidore le cambió el panorama: "ahora tendremos que pensar en recuperarnos poco a poco. Afortunadamente sólo se nos voló el techo de lámina pero las máquinas siguen funcionando, lo malo es que no hay henequén y no tenemos como cubrir las 600 mil hojas semanales que trabajábamos antes".
Unos veinte señores extienden la fibra en los tendederos de sol. Se dicen afortunados porque mal que bien, siguen recibiendo pago por su trabajo, en comparación con las otras desfibradoras las cuales tienen que ser rescatadas por su misma gente si no quieren perderlas definitivamente.
Como la Santa Rita que perdió totalmente el techo y la máquina se dañó. Ahí está Felipe Xuh de 10 años, ayudando a su papá a levantar las láminas. En su escuela ya regresaron a clases, pero como dice Felipe grande, "el pretexto para no estar encerrado".
La Asociación de Desfibradoras Ejidales prevé que debido al alto índice de humedad en al menos 20 municipios, las plantaciones tarden 2 años en recuperarse.
Esta situación afectará a 3300 productores a nivel estatal quienes se quejan por la falta de entrega de los apoyos prometidos por Sagarpa.
Granjas y ranchos ahogados.-
A lo largo de los caminos que unen Mérida y los municipios, el olor a pútrido salta debajo de las ruinas que antes eran granjas de pollos.
Bardas derrumbadas, plumas regadas por doquier revueltas entre los pedazos de láminas. En la orilla de la carretera hay cientos de costales que hacen un muro impenetrable, es imposible acercarse con ese olor, agrio, a muerte.
"Estamos esperando que pasen a recoger los desechos de los animales, aquí perdimos todas las aves y lo mismo verán en las granjas de esta zona con los puercos. Las menos afectadas fueron las reses que nomás saltaban como locas cuando el huracán".
La federación prometió la creación de un fideicomiso para liberar una fianza puente de 50 millones de pesos y de acuerdo con la Asociación de Avicultores, todavía no llega la solución a las demandas.
Hasta el momento se han recogido más de 400 mil kilogramos de carne descompuesta y se ha registrado la pérdida de 70 mil cerdos.
Fredy tiene un rancho con 20 reses, unas horas antes de que arrasaran con todo los vientos, fue a encerrar a los animales en el corral, ninguna murió, solo una se escapó y aún no la recupera:
- A mi se me extravió un ganado- le dice a Gilberto, su compadre.
- Fredy, pues entonces ese ya no es ganado, es perdido- y ambos se sueltan a carcajadas mientras recorren la ruta en el taxi de Gilberto que los lleve de regreso al municipio de Baca. Atrás quedó el rancho de Fredy con la bodega derrumbada por completo, con todo el alimento para el ganado almacenado echado a perder y en un rincón, de pie una mesa con un Cristo:
"Ni siquiera nuestros ídolos se salvaron" la cruz doblada por la mitad a punto de morir quemada con las veladoras que afortunadamente se apagaron con el viento.
83 mil casas destruidas.-
El centro de Mérida se ha reestablecido casi totalmente. Las casas destrozadas ya no forman parte del paisaje que días antes era el común denominador de la ciudad.
Pero apenas uno adentra en las tripas de la Ciudad Blanca y el panorama cambia por completo, ahí donde las casas como en cualquier periferia de cualquier urbe son de cartón y láminas aún se ven indicios de devastación.
Y lo mismo sucede en el resto de los 84 municipios declarados zona de desastre. La mayoría de las casas de cemento se salvaron, pero no las de palma que parecen globos desinflados.
Estadísticas proporcionadas por gobierno del estado contabilizan cerca de 84 mil casas con algún daño, de las cuales 37% es pérdida total y el resto presenta daños mayores.
Para el rescate de las viviendas, gobierno estatal arrancó un programa con el cual los habitantes acudirán a las mesas de registro a dar los datos del material y los daños sufridos. Al tener la totalidad del registro, las autoridades verificarán casa por casa los datos y así se determinará qué ayuda se da a cada una.
Además se cuenta con un presupuesto de mil 900 millones de pesos por parte del ejecutivo federal y 450 millones extra por parte del Infonavit.
Brotes de epidemias.-
Oficialmente las autoridades no han reconocido el brote de alguna epidemia aunque la alerta sigue. Sin embargo, medios locales de comunicación informaron el pasado 4 de octubre de la muerte de un menor de edad por dengue hemorrágico. En el municipio de Ixil los habitantes hablan de brotes e infecciones gastrointestinales por el consumo de agua contaminada.
"La gente no tiene agua y está buscando en los pozos naturales pero como la piedra es porosa, el agua contaminada que viene de la superficie se filtra y ensucia la de los pozos. Si esto no se previene rápido habrá más brotes incontrolables" por lo pronto, en el municipio están trabajando con una bomba que trabaja con gasolina para sacar agua de los pozos que se suponen "limpios".
Se han repartido 2 mil litros de insecticida para acabar con el dengue, pero se estima que no se alcance a cubrir más del 50% de los 85 municipios.
Los principales brotes se prevén de dengue, cólera, enfermedades respiratorias e intestinales como la micosis.
Viene la ola de despidos.-
En el camino de Mérida a Motul hay cerca de 5 industrias de ropa y cordones. La totalidad está destruída, enormes bodegas de lámina se redujeron a basura.
Cada una daba trabajo a un promedio de 100 personas y todas fueron despedidas sin liquidación. Vecinos de las empresas escucharon rumores de que rematarán los materiales y las prendas rescatables, pero dudan si se volverán a construir.
"Este huracán vino a aliar a las empresas en punto de quiebra. Ahora sí tendrán un pretexto para despedir sin liquidar y evitarse de paso el aguinaldo" afirma Gilberto Pérez Maza frente a lo que queda de la empresa Columbia, dedicada a fabricar cordones y agujetas.
En Baca, la única empresa que se salvó fue "Bony Lingeria" que fabrica lencería para exportar a Estados Unidos. De acuerdo con Lony Sáenz, el dueño, el único daño que tuvieron fue una inundación leve en el interior de la bodega y la caída del generador de electricidad. Para no perder el mercado, rentaron en Cancún un abastecedor de corriente con un costo de 50mil pesos por 200 horas de uso y junto con otro que prestó provisionalmente la CFE mediante el programa de prioridades levantaron la producción de este año.
Hasta el momento se han perdido 70 mil empleos sin contar con los despidos que a en no más de quince días, calcula Gilberto, comenzarán a darse.
Y si a esto se le suma la falta de comida por la pérdida total de la cosecha de este año, "más nos vale que estemos confesados".
Ante un gobierno ineficiente, se organiza la sociedad civil.-
A las diez de la mañana el patio del palacio municipal de Baca, Yucatán estaba repleto de mujeres y algunos hombres. Tenían ya tres días esperando se instalaran las mesas de apoyo para la reconstrucción de la vivienda y por fin parecía acercarse la hora.
"Estamos aquí no porque confiemos en el gobierno, venimos a exigirles lo que nos toca, ya estamos cansados de mendigar la ayuda, de arrebatar la ropa, de andar entre el lodo y sin un techo porque aquí no ha dejado de llover" una mujer maya de 60 años, la primera de la fila protesta indignada e inmediatamente se acerca uno de los pocos hombres a justificar su enojo:
"Los vientos nos alteraron a todos, estuvimos como loquitos de un lado a otro sin saber qué hacer o dónde acudir a pedir ayuda, pero eso ya quedó atrás, ahora estamos más organizados porque si no nosotros, quien nos va a ayudar? del gobierno ya no podemos fiarnos, ya ve usted que siguen detendiendo las ayudas". Eduardo Martín Chan es el presidente de Damnificados, un comité municipal que acude a la capital del estado a presentar las quejas y necesidades de la gente sin esperar a que la ayuda llegue a ellos.
"No podemos esperar que las autoridades hagan todo, porque lo harán, pero a su modo. Desde que nos organizamos las despensas llegaron y poco a poco comienzan a trabajar en la reactivación de electricidad, sin embargo el ánimo no se levanta del todo, hay muchos inconformes porque sabemos que hay gente con mala voluntad más arriba de nosotros".
Y es que los abusos se dejaron venir como secuela del huracán. En todos los municipios se escuchan quejas de cómo hay irregularidades en la distribución no sólo de alimentos y agua, también de recepción en albergues.
Un grupo de estudiantes del colegio de Bachilleres de Mérida reunieron ropa en buen estado para distribuirla a las comisarías de otros municipios. Cuando fueron a entregarla, platica Lucía Magaña Argaez maestra del plantel, las autoridades exigían que se les entregaran a ellos y despúes sería distribuida: "ni hablar, no confiamos pero no nos quedó otra, dos días después volvimos y la ropa seguía almacenada. La sacamos y nos fuimos al parque a repartirla".
Alejandro Moc es taxista de Puerto Progreso, mientras maneja no puede evitar que el tono de voz suba conforme va relatando su experiencia con la disribución de despensas:
"Mi esposa y yo acudimos al ayuntamiento y cuando tocó nuestro turno, la encargada miró a mi esposa con sus 7 meses de embarazo saltándole como ampolla y luego se dirigió a mi: "si quieren despensa, tienen que recoger la basura y los escombros que hay en la calle". Le dije que no había problema, yo lo hacía mientras Maura se llevaba las cosas y dijo un rotundo no. Ambos teníamos que ayudar, sin importar las condiciones de ella y los riesgos que pudiera correr con los cables de luz atravesados por la acera".
Alejandro mandó literalmente al carajo a la encargada con su escueta bolsa de despensa. Tomó de la mano a Maura y se dirigió con los vecinos de quienes ya había escuchado este tipo de irregularidades. Al día siguiente fueron a denunciar ante el alcalde ese tipo de actitudes: "ultimadamente, esto es algo a lo que tenemos derecho, no estamos mendigando nada".
Los muertos de todos.-
Cuando Roberto Ceballos regresó a Mérida un día después de que Isidore peinara casi la totalidad del estado, se enfrentó con un montón de muros caídos y una acera desaparecida en la calle 53 donde hacía menos de 36 horas su casa estaba de pie.
No hizo nada, ni siquiera trató de localizar a su familia. Simplemente, derrotado, brincó la zona de guerra en que habían terminado tantos años de todo para nada y se suicidó.
Las mujeres en el autobús urbano hablan de él como si fuera una leyenda, de él y de los hasta ahora 16 muertos que se ha llevado el huracán.
Hablan de él y del electrocutado, del ahogado, del que quedó bajo los escombros, del que por ir a salvar a sus reses quedó atrapado entre un poste y la carretera. Y se lamentan.
Y después suspiran agradecidas de que ninguno de ellos sea más que una leyenda, más que un número. Aunque Roberto Ceballos no esté entre en las estadísticas de pérdidas humanas, por haber sido suicidio.
Si esto pasó con el huracán...
En su taxi colectivo forrado de peluche, Gilberto Pérez ha recorrido más de 70 veces el camino de Mérida a Motul desde que pasó el huracán. Las caras son las mismas, los problemas iguales para todos, las historias terminan en el lugar común de "no queda otra más que salir adelante" a veces con más resignación que ánimo.
Y siempre, sale a relucir una solución que haga más venideros los días: "en lo personal trato de que no me afecte tanto lo del huracán. Tengo corriente en la camioneta y mis hijos siguen viendo la tele" pero sabe que eso no es todo.
Gilberto, desde su camioneta, voltea incrédulo a ver el cielo ahora despejado y concluye: "¿Será que de verdad el meteorito terminará con todos nosotros?"

EXPLOTA VERACRUZ

+ 28 muertos, saldo del accidente en zona de mercados
+ Autoridades: todos se culpan

Daniela Rea Gómez
Enero 2003

Dicen que a lo lejos se oyó como el zumbido de un avión que peina las azoteas, dicen que de cerca parecía ser el cotidiano tronar de los cohetes durante esas fechas. Parece que en los primeros instantes las tragedias se disfrazan de rutina como si se resistieran a ser reconocidas.
El sonido del avión se convirtió en metrallas y el tradicional coheterío cimbró el suelo y los techos del mercado.
El espanto comenzaba.
El último día del año terminó antes de lo debido: un nubarrón negro emergía de las zona de mercados entre las calles Hidalgo y Cortés donde una estampida humana se dirigía al Parque Zamora en busca de refugio.
Todo comenzó a las 17:45 en un puesto de cohetes ubicado en la esquina de Juan Soto e Hidalgo, nadie sabrá con certeza qué lo provocó pero una chispa continuó en cadena hasta explotar 700 kilos de pólvora.
Todos los veracruzanos tuvieron que ver con la tragedia. Las cinco de la tarde de un 31 de diciembre es la hora típica para irónicamente hacer las llamadas "compras de pánico" y los jarochos se encontraban ya sea en sus casas o en el centro. Para algunos la angustia de localizar a sus familiares terminaría recibiendo el año nuevo en el instituto forense.
A las 17:47 la llamada de emergencia se recibió en el Cuartel de Bomberos. En ese momento ya había quince muertos que perecieron automáticamente con la explosión. Un bombero explica los tecnicismos: la onda calorífica se expande a velocidades ultrasónicas. Eso significa mil grados centígrados que son mortales de necesidad.
La tarea de sofocar el incendio se prolongaría hasta las 4 y media de la madrugada del 1 de enero, once horas, 28 muertos, 52 desaparecidos y 47 negocios dañados después.
* * *
Horas antes en esa calle soplaba el viento del norte y circulaban 7 líneas de transporte urbano. Al medio día el norte se extinguió y la Dirección de Tránsito cerró la calle a los autobuses públicos por el exceso de peatones.
Antes de las cinco de la tarde la calle ya era diferente a su aspecto habitual, después de la hora, todo estaba en los colores del desastre: rojo y gris.
Los primeros en huir fueron los mismos vendedores ambulantes conscientes de la cantidad de explosivos que había en la zona; las mujeres y los niños fueron enviados al Parque Zamora mientras que cientos de hombres se juntaban en la zona para ayudar en lo que se pudiera: cargar mangueras, remover escombros, abrir paso... limitados en un principio a solo ver de lejos porque el lugar se había convertido prácticamente en una hoguera imposible de circular.
Los bomberos caminaban entre los escombros calcinados donde no se distinguían seres humanos de objetos, al fin y al cabo materia inanimada y la urgencia era apagar el fuego.
¡Corran, corran que nos está llevando la chingada! Pero el estruendo de los cohetes superaba el pavor de la gente y la obligaba a buscar refugio en cualquier lugar. Eso sucedió con las 13 personas que entraron a "El Armario", un local de comercio establecido con cierta tradición que vendía ropa a bajo precio.
El local pasó de ser un posible refugio a un horno para humanos donde perecieron atrapados detrás de las cortinas metálicas las 13 personas entre empleadas de la tienda y compradores.
Los cuerpos fueron encontrados acurrucados en el baño al fondo del local intentando protegerse del fuego abriendo las llaves de la regadera. Cuatro cuerpos femeninos estaban cubiertos por el de un hombre quien al parecer murió intentando protegerlas.
En el mismo local se encontró el cuerpo de un menor de diez años de edad en posición fetal detrás de una gaveta de fierro.
Integrantes de la sexta Región Militar acordonaron al menos cinco calles adyacentes al lugar del siniestro ante el riesgo de que el fuego se propagara, además de desalojar a locatarios y clientes del mercado y del resto de establecimientos ambulantes.
A la zona del desastre llegaron reporteros de distintos medios locales media hora después de la primera explosión, se encontraban en un bar de los portales del Zócalo brindando con el alcalde José Ramón Gutiérrez de Velazco, el trabajo en esos momentos se limitaba a fotografiar desde las orillas y a especular la cantidad de muertos, heridos y pérdidas económicas; nadie sabía con certeza cuántos habían perecido porque los cuerpos se veían salpicados por toda la calle.
Tres horas después de comenzado el incendio, el cuerpo de bomberos se quedó sin agua y a pesar de que pipas de CRAS, Apiver y particulares llegaban a lugar a surtir de líquido, las altas temperaturas y el suelo que presentaba ya graves fracturas impedían el ingreso de los transportes.
En este momento se formó una larga cadena humana que cargaba sobre sus hombros mangueras con una capacidad de mil galones por minuto para llevarlas hacia las pipas: señores y jóvenes con el rostro cubierto por sus playeras y con la espalda enardecida, agotados, de pie sin titubear siquiera un instante.
Mientras, elementos de la policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río quienes continuaban con los decomisos, llenaron una camioneta de la institución con cohetes y explosivos y cuando pretendían salir de la calle Hidalgo una chispa saltó hacia la caja detonando los 50 kilos que ahí llevaban. El automóvil siguió avanzando hasta llegar con un grupo de bomberos quienes lo recibieron con mangueras para evitar que explotara por completo.
Ambulancias de la Cruz Roja y Cruz Ámbar regresaban continuamente para dar auxilio a los voluntarios quienes presentaban altos grados de intoxicación a causa del humo y la pólvora y para atender los ataques de histeria de vecinos y habitantes en general que se acercaban a la zona para buscar a sus familiares.
A la 1:50 de la madrugada la mayor parte del fuego había sido controlado y el escenario se formaba de esqueletos de negocios y puestos ambulantes, de paredes tiznadas y cuerpos sonámbulos sostenidos solo por la desesperación y el asombro de tener la muerte frente a ellos.
El comandante de Bomberos Carlos Bazáñez Limón agradeció al grupo de auxilio Alfa el apoyo y les informó que podían retirarse, ya no había mucho por hacer, sólo esperar al peritaje para transportar a los cuerpos a forense.
Y la primer reincidencia de fuego sacudió a voluntarios y grupos de rescate que daban apenas un respiro: la zapatería "La Luna" ubicada frente al centro de la explosión se prendió por completo llevando las llamas hasta la bodega del local dos pisos más arriba. Ya se habían tirado cien mil litros de agua y la construcción no se apagaba: "las temperaturas en un incendio siempre son más altas en la parte superior y nosotros no teníamos como subir, las escaleras y estantes de lámina se escurrían por el calor, ardían frente a nosotros sin darnos más opción que tratar de apagarlos desde abajo".
Dos horas después el grupo de bomberos de Veracruz dio por concluida la tarea de rescate de la peor tragedia sucedida en Veracruz en el último siglo.
"Ya estábamos de regreso en el cuartel cuando recibimos otra llamada de emergencia, el fuego no había cesado".
Esta segunda reincidencia de incendio se dio en el local "El Armario", los bomberos, voluntarios y personal de la policía Intermunicipal, marina y militares se movían entre los charcos de agua y tizne buscando hilos de humo que pudieran representar fuego.
A las 4 y media de la madrugada, once horas después del inicio de la explosión se dio por concluido el incendio.
Las víctimas.-
Corrían las 6 de la mañana y Nohemí Velasco Hernández de 17 años se alistaba para irse a laborar como empleada de un puesto ambulante donde vendía artículos de limpieza en la calle Juan Soto esquina Hidalgo.
Sus padres, Gerardo Velasco y Concepción Hernández aseguran que no tenía necesidad de trabajar, porque mantienen una economía estable pero amigos de ella en los puestos dicen que Nohemí tenía un novio en el mercado y por eso su insistencia de trabajar.
Ese día la esperaban alrededor de las 6 de la tarde y no sería hasta un día después cuando reconocieron el cadáver a las 7 de las noche: "supimos que era ella por un anillo de oro en forma de tortuguita, porque el cuerpo estaba completamente destrozado".
La familia de Hotensia de la Cruz Flores de 8 años de edad, vive de la venta de jamaica y ajo en la calle. Ese día, la menor le había pedido a su mamá unos huaraches para estrenar el último del año "me los merezco –le insistió- porque todos los días lavo los trastes y barro la casa".
Y ambas se fueron al mercado y la hora en que todo mundo huía del fuego, la niña se le soltó de las manos, se perdió y murió. Pero eso no lo reconocería Marcela Flores, su madre, hasta 7 días después de la explosión quien se negaba a aceptar que el cuerpo carbonizado fuera su hija.
Sin otra posibilidad más para sobrevivir, el esposo de Evangelina López Cerón se fue al norte a trabajar de indocumentado y el dos de enero tuvo que volver. Su esposa dejó a tres niños huérfanos de 5, 8 y 11 años de edad.
Las niñas de Candelaria Chacha Mendoza aún no saben que su madre falleció en el incendio, Jonatan, su esposo, aún no sabe como decirle a las tres menores de 5,7, y 9 que su mamá ya murió. Dicen que sus últimas palabras fueron: "Flor, Haydé y Martiza" los nombres de sus hijas.
El teléfono celular de Marlene Duarte Miro de 15 años estaba sonando a las 5 y media de la tarde el 31 de diciembre. Era su papá para preguntarle a qué hora iba a volver. Ni siquiera lo alcanzó a contestar. El cuerpo fue identificado la noche del 31. El aparato seguía guardado en su pantalón.
Iván es el último de los 35 heridos que aún permanece internado en terapia intensiva en el hospital. Tiene destrozada la tráquea y los pulmones perforados por respirar durante tanto tiempo los gases del incendio y la pólvora. El sólo se arrastró debajo de un puesto ambulante para sacar a una niña atorada que tenía el vestido incendiado. Iván tiene apenas un mes de casado.
Los héroes anónimos.-
"Yo no hice más de lo que cualquier persona hubiera hecho al ver a su ciudad de rodillas". Juan Miguel Morales Prado permaneció en la zona de mercados hasta las 7 de la mañana del primero de enero buscando más víctimas debajo de los escombros.
Fueron unas cincuenta las personas que saltaron la valla impuesta por militares para ayudar en lo que fuera necesario, y como reconocen los cuerpos de rescate, sin ellos la tragedia hubiera sido mucho mayor.
Juan Miguel trabaja como cargador en el Mercado Hidalgo, tiene 18 años y el 31 de diciembre al momento de la explosión iba camino a su casa para descansar. No pudo hacerlo, la cortina de humo que divisó a tres cuadras de distancia lo dejaron pasmado unos instantes y en seguida corrió de regreso.
"Fue el puro morbo al principio" reconoce "pero ver a la gente sin rostro por el espanto correr de un lado a otro sin saber qué hacer, ver a las mujeres arrastrándose entre las llamas para recuperar a sus hijos me obligó a permanecer ahí para ayudar en lo que se pudiera".
La primer persona a la que se acercó fue a una anciana tirada en el suelo sin poder levantarse que sólo gritaba por su hijo, al parecer se había tropezado al momento de huir y no podía mover las piernas.
Juan Miguel la cargó y la llevó hasta el parque Zamora a dos cuadras de distancia. Desde ese momento no pararía hasta la mañana siguiente.
No había ni siquiera agua para tomar, salvo una fuga que brotaba en el suelo a escasos metros del "Armario" donde los voluntarios mojaban las playeras para cubrirse y se enjuagaban el cuerpo calmando así el ardor.
A las siete de la mañana ya no había nada por hacer. Juan Miguel se retiró a su casa donde se encontró con una madre enferma de pensar que él pudo haber muerto, porque no regresó a la hora que había dicho.

Autoridades: todos se acusan.-
Una de las primeras autoridades que se presentó en el lugar de los hechos fue el alcalde porteño José Ramón Gutiérrez de Velazco Hoyos lanzando declaraciones como defensa, antes de que cualquier acusación lo señalara:
"Nosotros enviamos una denuncia el pasado 23 de diciembre a la Procuraduría General de la República especificando domicilios que funcionaban como bodegas y ellos no actuaron, incluso presentamos una querella esa misma fecha ante el Ministerio Público. Ambos departamentos lo sabían porque lo denunciamos en su momento".
Además recordó a las autoridades los operativos realizados por su administración los días 6, 10, 11 y 13 de septiembre donde se decomisaron apenas kilos de explosivos.
Rechazó que el asunto se le haya escapado de las manos pues el municipio carece de los mecanismos legales para tomar cartas en el asunto porque se trata de un delito federal regido por la Ley de Explosivos y Armas de Fuego.
"Los comerciantes se resistieron a un decomiso de artefactos con pólvora organizado por el ayuntamiento y auxiliado por la Policía Intermunicipal, argumentaron que violábamos sus derechos humanos y agredieron a los cuerpos de seguridad pública con piedras y palos".
En tanto, la Procuraduría General de la República delegación Veracruz a cargo de Francisco Martín Camberos, argumentó que su dependencia no pudo dar seguimiento a la denuncia presentada –integrada en el acta 355/2002 de la mesa 6- porque había "imprecisiones" en ella, tales como domicilios inexistentes.
Y a través de la dirección de Comunicación Social señaló que la PGR atendió en coordinación con autoridades federales y estatales cinco denuncias de almacenamiento de material pirotécnico decomisando 2 toneladas de explosivos.
Dos días después, el ayuntamiento emprendió una revisión de los domicilios presentados en la denuncia enviada a la PGR y logró decomisar, acompañado del Ejército Mexicano, autoridades de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado y de la Policía intermunicipal, mil 200 kilogramos de cohetones en el domicilio Callejón 18 de Marzo No. 106 interior 6.
Por su parte, la iniciativa privada representada por la Cámara Nacional del Comercio en su delegación Veracruz cuyo titular es Benito Requejo, acusó abiertamente ante los medios de comunicación al ayuntamiento porteño por no controlar nunca el problema del ambulantaje, además de que exigió la destitución de Yari Garduza, directora de comercio informal así como la desaparición de esta dependencia.
La primer obra pública del año dirigida por José Ramón, sería tapar el cráter que la explosión dejó en la esquina de Juan Soto e Hidalgo.
Salen bajo fianza los detenidos.-
Hasta este momento, el gobierno del estado solamente se había representado por la Secretaría de Seguridad Pública, causando ello indignación y especulación por parte de los ciudadanos al desconocer el paradero del gobernador.
Cuarenta y ocho horas después del accidente apareció por fin Miguel Alemán Velazco jefe del ejecutivo federal. A manera de rumor, la prensa se enteró de que el gobernador visitaría la zona de desastre el 2 de enero a las 5 de la tarde. Llegó hora y media después, luego de que un gran operativo de policía intermunicipal bloqueó las calles aledañas al mercado evitando el paso de la gente, incluso reporteros tuvieron que presentar en más de seis ocasiones su acreditación para acceder al lugar.
Acompañado del alcalde y el secretario de Seguridad Pública, el gobernador se paró en la esquina de Hidalgo y Juan Soto, observó unos minutos las paredes calcinadas y cruzó la calle hacia la contra esquina.
Todos los reporteros lo perseguían sin causar en él mayor provocación hasta que los empujones y las preguntas gritadas al aire le obligaron a detenerse.
-Por qué hasta ahorita?
- No vine antes porque estaba de vacaciones y el fin de año lo paso con mi familia
- Pero siguió festejando a pesar de lo que sucedió
- No festejaba, estaba con mi familia y ustedes, como medios de comunicación, no deben criticar al gobernador, si está o no está, porque no sé cuando vaya a explotar un mercado, no puedo estar en todas partes. Yo no soy bombero.
Eso fue todo. No más de cinco minutos después de su llegada se retiró. Esa es la primera y última vez que el jefe del ejecutivo estatal dio declaraciones al respecto.
Se abrieron dos líneas de investigación en torno al caso, una de ellas por el Agente Sexto del Ministerio Público, Ignacio Avilés Verde, quien por órdenes de la PGJ inició la investigación correspondiente a los daños y causas de la explosión bajo el oficio 1388/2002; en un primer informe se registraron 28 cadáveres de gente adulta y niños, 35 lesionados, 52 desaparecidos, 47 puestos ambulantes perdidos y 10 locales comerciales dañados.
Los heridos, quemados, asfixiados e intoxicados fueron enviados a los Hospitales de la Cruz Roja, del IMSS, del Hospital Naval y el Regional de Veracruz.
La Procuraduría General de la República por su parte, atrajo parcialmente la investigación y se abocó a evaluar la violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos por la venta ilegal de productos elaborados con pólvora, esto de acuerdo con Gilberto Higuera Bernal, subprocurador de Procedimientos Penales.
Hasta el momento se han detenido a cinco presuntos responsables de la explosión a quienes se les acusa de tener bodegas clandestinas de juegos pirotécnicos, los inculpados consignados por la Agencia Sexta del MP son Luis Alberto Gutiérrez Tejeda, Hilario de Jesús Sánchez Cruz a quienes se les decomisaron 40 kilos de pólvora el día del incidente; Jorge Galindo Cantarell quien presuntamente habría iniciado el incendio al hacer estallar unos cohetes, Jesús Emanuel Noriega Hernández y Julio Flores Flores.
Todos los expedientes se agregaron a la averiguación 1388/2002 y todos ellos salieron en libertad bajo fianza pagando 25 mil pesos cada uno.

Todo está bien, sigan trabajando.-
Están ciscados. Cualquier palabra o insinuación que les suene a "permisos, explosión, ayuntamiento" los espanta y en seguida comienzan a evadir la plática.
Y es de entenderse. Desde la explosión, declaraciones y acciones de las autoridades han sido dirigidas contra los vendedores quienes reconocen hubo "tranzas" durante las fiscalizaciones.
Los ambulantes empadronados por el ayuntamiento de Veracruz se encuentran reubicados en el Parque Zamora y los que no, prófugos, como lo reconocen sus mismos compañeros, a causa de la venta de juegos pirotécnicos.
Y al momento de rendir cuentas y repartir responsabilidades "a nosotros también nos corresponde nuestra parte" acepta una vendedora quien se hizo llamar "Rosa" por seguridad propia.
"Teníamos que trabajar y necesitábamos encontrar la manera de estar todos en paz. La encontramos, ya saben como, con dinero baila el perro como dicen y pues en nuestro caso, calló la autoridad".
Rosa tenía un puesto de estropajos y esponjas para trastes pero las ventas no pasaban de los 80, 100 pesos al día y a mediados de septiembre, relata, el rumor de la venta de cohetes comenzó a circular entre los mismos vendedores.
"Al principio nadie se animaba por eso de que está prohibido pero poco a poco nos fuimos convenciendo de que íbamos a encontrar la manera de arreglarlo con las autoridades. La parte de la tragedia nunca pasó por nuestra mente".
Y así adquirió la cantidad de 10 kilos de juegos pirotécnicos, pero no los sacó a la venta hasta por ahí del 13 de diciembre cuando los otros vendedores comenzaron a descararse.
Su puesto de estropajos ubicado en la esquina de Cortés y Bravo fue reacomodado: el fondo del carro estaba relleno de los cohetes y alrededor, colgados de una reja, se exhibían los artículos de limpieza.
"Cuando eran los operativos no había de otra más que correr con la mercancía antes de que nos chingaran, pero cuando no, cuando sólo transitaban por ahí los inspectores de comercio informal no había nada que esconder, a lo mucho bajar las rejas de estropajos y tapar la mercancía, ellos nunca escarbaban, no lo permitíamos".
Está nerviosa y evade muchas de las preguntas, como la cantidad de dinero que era entregada, las veces que lo hizo y el nombre del inspector que lo recibía. Rosa sacaba el dinero, lo entregaba al inspector y sólo bastaba escuchar de su boca "sigan trabajando" pasa saber que todo estaba bien, hasta la siguiente visita.
"La gente es terca, los vendedores somos tercos y en este desmadre, ambas parte aprendimos a convivir".
Otra vendedora de nombre Alicia Galvez quien comercia con hilos, agujas y juguetes, ahora reubicada en el parque Zamora junto a la caseta de Policía, acepta que muchos de los ambulantes sin explosivos toleraban los negocios de los otros: "no les decíamos nada porque pues en mi caso por ejemplo, no representaban competencia. Las discusiones entre nosotros comenzaron cuando algunos líderes abusaron y acomodaron puestos de cohetes entre los nuestros".
El caso por ejemplo de "Irene" (en la averiguación previa 1388/2002/VI del Ministerio Público aparece el nombre de Irene Aragón líder de ambulantes quien presuntamente protege al prófugo vendedor Silvestre Diego Domínguez) quien de acuerdo con Alicia comenzó a traer gente de otros poblados e instaló 10 puestos pequeños de cohetes.
"Ella fue lista, al momento del desmadre se fue corriendo y dejó a los pobres que había traído de lejos para vender con todo el lío encima".
Ninguno de los 300 vendedores ambulantes ubicados alrededor de la zona de mercados tenían permiso a pesar de estar empadronados.
Alicia estaba ubicada cerca de la esquina de Cortés y Bravo desde 1981: "nosotros sólo tenemos los permisos que nos dieron las pasadas administraciones priistas, porque ni siquiera los dos alcaldes panistas antes de Joserra nos los otorgaron y este pues menos los quiso actualizar".
Sin embargo, de acuerdo con Carlos Camacho, ahora director de Comercio, había consideración del ayuntamiento para permitirles vender siempre y cuando no se tratara de mercancía pirata como los discos compactos y explosivos.
De hecho, los operativos realizados por la autoridad municipal eran con el único objetivo de decomisar la mercancía prohibida y de retirar los puestos que se instalaron sobre el arroyo vehicular, que en la mayoría de las veces ni siquiera contaban con padrón.
"Eran vendedores oportunos que aprovechaban la temporada para hacer negocio y los mismos ambulantes nos solicitaban que los retiráramos pues limitaban su capacidad de venta y no contaban con antigüedad como ellos".
Por eso se realizaron cuatro operativos durante el mes de diciembre los días 4, 8, 11 y 18 y los días 2, 3, 4 y 5 de enero donde se lograron desalojar 100 puestos ambulantes y decomisar 5 toneladas de explosivos, así como el aseguramiento de 13 bodegas clandestinas.
Hasta el momento la Dirección de Comercio afirma que todas las acusaciones por parte de los vendedores ambulantes hacia los inspectores por corrupción han sido "al aire" y afirma que no se ha comprobado nada a nadie.
"Vamos a investigar a todo el personal del ayuntamiento, desde inspectores hasta directivos, estamos en un proceso de reorganización en todas las áreas -acaba de desaparecer la Dirección de Comercio Informal cuya titular era Yari Garduza- de limpieza".
En caso de encontrarse culpable a algún inspector, el ayuntamiento, asegura, lo destituirá automáticamente de su cargo y ejercerá acción penal en su contra.
Los muertos de todos.-
Es cierto, son rumores, pero cada vez más insistentes. La verdad de que el accidente del pasado 31 de diciembre en el mercado Hidalgo haya dejado tan solo 28 muertos es cada vez más cuestionable. Y más aún cuando los rumores, "sólo rumores", se entrelazan y se confirman con la desaparición de gente que estuvo en el mercado la hora y lugar de la explosión.
Para las autoridades el caso está cerrado, no hay vuelta de hoja: solo fueron 28 los cadáveres que se encontraron en la zona, incluso hasta un día después cuando continuó con la búsqueda de cuerpos, 15 esparcidos en la calle Hidalgo y 13 más encerrados tras la cortina de la tienda "El Armario".
Peritos de la Procuraduría General de Justicia aseguran que "hasta colaron" las cenizas esparcidas en el suelo para encontrar cualquier pieza que pudiera comprobar la existencia de más cuerpos y cuando dos días después de la explosión se encontró el pie de un menor de edad, aseguraron que era la pieza que le faltaba a uno de los cadáveres, específicamente al de Juan Carlos Marin Medina de 10 años de edad originario de la comunidad El Pando.
La lista de desaparecidos que se registró en el Módulo de Atención instalado en la caseta de policía del parque Zamora con motivo del incidente, desapareció irónicamente porque de acuerdo con Jaime Téllez Marie, coordinador de la Policía Intermunicipal Veracruz-Boca del Río se volvió "un chiste".
Muchachitas que se fugaron con el novio, jóvenes que andaban de jarra, personas que ni siquiera existen fueron denunciados hasta llegar a juntar una lista de 52 supuestos desaparecidos.
En un principio se indicó que esa lista sería "pasada" a la Agencia Sexta del Ministerio Público y que cualquier aclaración al respecto se daría en esa dependencia.
Sin embargo, para el MP-6 a cargo de Ignacio Avilés las personas enlistadas no existen, sencillamente porque no son datos oficiales.
"Para que nosotros podamos reconocer que hay tantos desaparecidos necesitamos oficios que lo determinen".
Y de acuerdo con Avilés solamente se levantaron 4 denuncias por parte de familiares: una de la menor de edad Hortensia de la Cruz Flores otra a nombre de Petra Campos Triana –sus cuerpos fueron reconocidos días después del accidente entre los que quedaban en forense-, la tercera denunciando la desaparición de Norma esposa del joven Iván que se encuentra en terapia intensiva en el Hospital General y la cuarta de Rubén Campos Uscanga, los dos últimos ya aparecidos.
Los rumores comenzaron ante la sorpresa de que 700 kilos de pólvora detonados en una zona altamente circulada por peatones en donde no existían ni siquiera espacios suficientes entre los puestos y las banquetas para caminar, sólo hayan perecido 28 personas, un número increíblemente afortunado para la cantidad de gente que se encontraba ese día, a esa hora en ese lugar.
Luego vendría la sospecha de que muchos de los desaparecidos pudieron haber quedado hechos polvo, versión que niegan peritos especializados en explosiones "el cuerpo humano no puede desaparecer por completo, quedan al menos las grasas impregnadas en el suelo y los huesos de la cadera que son los que más tardan en desintegrarse". Sin embargo la temperatura se incrementó hasta los mil grados centígrados durante más de 9 horas en algunas zonas. Carlos Basañez Limón comandante del cuerpo de Bomberos, opina que sí es posible que haya muerto gente calcinada "pero nunca lo sabremos".
Durante toda la madrugada del primero de enero, las personas que resultaron heridas –ya sea por quemaduras, intoxicaciones o ataques de histeria- eran canalizadas a los principales hospitales de la ciudad como el IMSS de Cuahutémoc, el General y el Naval y según comentarios de enfermeros y trabajadores del Seguro Social, en las primeras horas del primero de enero se habían contabilizado 42 muertos: "nos llegaron reportes de que había más de 40 muertos y horas después, antes de amanecer se nos avisó de dos más".
Y lo más grave de todo: un estudiante de la carrera de Medicina Forense, estuvo de guardia en el Instituto el día del accidente. De acuerdo con su relato, los cuerpos comenzaron a llegar y llegar al edificio ubicado en la calle Juan Pablo II esquina Reyes Heroles. Él y los demás médicos forenses recibían los cadáveres, unos reconocibles otros completamente carbonizados.
De pronto la orden los sacudió, así como casi nunca sucede con quien está acostumbrado a la frialdad de las cosas:
-Hasta aquí, los demás échenlos al horno común.
Los demás, claro está, cuya apariencia estuviera más deteriorada, irreconocible.
¿No te provocó nada echarlos al horno común? No pensaste que esta gente tiene familia y que seguramente ellos preferirían saber que están muertos a la incertidumbre que mata?
Si, pero órdenes son órdenes. Yo he visto muchas cosas, una más ya no me sorprendería.
Él, después sacaría sus propias conclusiones: "tal vez tenga que ver con el presupuesto que gobierno del estado destinó para los velorios, tal vez un número mayor de muertos incrementaría la gravedad del asunto y evidenciaría la falta de control de las autoridades para gobernar".
Ni la PIVB, ni la PGJ en la subprocuraduría estatal ni el MP guardaron la lista de extraviados que estaba en el módulo del Parque Zamora, desaparecieron a los desaparecidos.
La actitud de las autoridades al solicitarles el nombre de las personas que aún no se encontraban era evidente: "¿para qué siguen buscando esa lista? Se publicó en los periódicos y a fin de cuentas todo resultó un chiste. Al menos nosotros ya nos desentendimos de ella".
Pero había quienes no.
La mañana del siete de enero el señor Samuel Contreras Robson acompañado de su hijastra Gabriela Campos Trina de 16 años de edad acudieron al Parque Zamora a solicitar informes:
-La lista ya no existe- le respondió la policía a cargo
-¿Qué ya encontraron a todos los desaparecidos?- preguntó indignada Gabriela.
No, ni siquiera los habían buscado. Los datos se habían perdido en algún archivo de la computadora que a nadie le interesaba recuperar.
-Pero mi hijo no aparece- insistió Samuel
-Cualquier aclaración acuda al MP.
Y Samuel acudió ante la Agencia Sexta donde había declarado el dos de enero la desaparición de su esposa Petra Campos Triana y de su hijastro Oscar Daniel Campos Triana de 11 años de edad, misma que originó el expediente 15/2003.
Samuel Contreras Robson acudió el 3 de enero a declarar el reconocimiento del cuerpo de su esposa Petra Campos Triana y en esa misma ocasión anunció a las autoridades que su hijastro no había aparecido y ya no había cuerpos por reconocer en forense.
El 30 de diciembre, Oscar Daniel no durmió en su casa porque se había ido a jugar con sus primos. El 31 en la mañana llegó a su domicilio ubicado en la calle La Nación lote no. 9 en la colonia Fernando Gutiérrez Barrios del municipio de Boca del Río. Su madre se había ido a trabajar a una lavandería cerca del estadio Luis Pirata Fuente con su hermana.
Samuel le avisó que su mamá había dejado dicho que lo alcanzara en el trabajo antes de las 2, es la hora a la que salía. Después de eso, Oscar Daniel junto con sus primos se pusieron a hacer al "viejo" para despedir el 2002.
A la 1:30 la alcanzó y se fueron los tres –el niño, la madre y la tía- a Chedraui centro a completar las compras para la cena. Al salir del centro comercial la tía se despidió de ellos y los dos continuaron sus compras en el mercado Hidalgo porque hacían falta tortillas y los cohetes para quemar al viejo.
Cuando Samuel se enteró del accidente y vio que sus familiares no regresaban, salió a las 10 de la noche a buscarlos a los hospitales hasta las 4 de la mañana. Como no tuvo respuesta continuó la búsqueda el primero de enero a las 6 de la mañana. Un día después los denunciaría como desaparecidos ante el MP. El 3 de enero reconocería el cuerpo de su esposa por un pedazo de pantalón de mezclilla y de ropa interior roja que conservaba el cadáver, para la buena suerte del año nuevo. Hasta la fecha Oscar Daniel no ha aparecido.
El menor tiene dos hermanas, Gabriela y Adriana de 16 y 11 años, estudia cuarto de primaria en la escuela Enrique Rexamen, nació el 27 de agosto de 1991.
La hermana mayor le redactó una carta al gobernador del estado donde le solicita ayuda y honestidad para encontrar a su hermano, la respuesta fue enviarles ayuda económica y la posibilidad de conseguirles becas para seguir estudiando, también la promesa de buscarlo, "hasta les entregamos una foto de él para que lo reconocieran" afirma.
Las hermanas niegan la posibilidad de que Oscar se haya ido a algún otro con familiares: "no tenemos a nadie fuera de Veracruz, hemos estado en contacto con todos además él era un niño de casa".
"Si el "Chompi" -como le apodaban- está muerto, que aparezca su cuerpo, porque él desapareció ahí" exige Samuel.
Los familiares sienten que aún está vivo pero reconocen, a fin de cuentas, lo que uno suelta al último es la esperanza. La búsqueda está al día y se darán de tiempo un mes para encontrarlo "podríamos esperar toda la vida, pero moriríamos en el intento" dice Gabriela.
Usted cree que las autoridades hayan escondido cuerpos?
Si, pero no quiero creer que sea el de él.

La mujer y la migración: un cambio en las estructuras sociales

El 22 de mayo del 2001 Lorenzo Hernández Ortiz murió junto con 13 mexicanos en Yuma, el desierto de Arizona, en su intento por cruzar la frontera. Quince días antes en San Pedro Altepepan, municipio de Atzalan, Veracruz, Juana Hernández Sánchez lo despedía junto con sus 5 hijos.
"Me voy porque no quiero que les falte nada ni que mueran comiendo arroz y frijoles toda su vida" dijo por última vez el día que lo despidieron en la cancha de futbol del pueblo, antes de que el pollero lo apresurara.
Juana ahora vive con una tienda de abarrotes que le da ganancias de 5 a 20 pesos diarios y en la venta de antojitos en la primaria de la comunidad; los fines de semana se va a Martínez de la Torre donde trabaja como empleada doméstica, pero todo eso no es suficiente. Dos años después de la tragedia, se ve en la necesidad de iniciar su viaje a Estados Unidos para continuar con la promesa de vida que su esposo dejó al partir.
* * *
El presente ensayo se propone describir el proceso de migración al que se ven obligadas las mujeres así como la transformación cultural y de valores que se manifiestan en ellas y las familias, resultado directo de un fenómeno considerado por muchas, la única forma de sobrevivir.
Es también objetivo cuestionar al proceso migratorio como un fenómeno negativo para quienes están implicados y demostrar que como todo hecho de movilidad social, implica cambios aprovechados por los protagonistas para el mejoramiento de su comunidad.
No amo a mi patria, su fulgor abstracto es inasible
José Emilio Pacheco
El estado de Veracruz ha ocupado durante los últimos años el cuarto lugar nacional como expulsor de migrantes, antecedido tan solo por Guanajuato, Michoacán y Oaxaca, producto de la caída de los precios del café y la caña y el declive del "boom" petrolero. Se calcula que cada año un promedio de 60 mil veracruzanos salen del estado en busca de trabajo y espacios de desarrollo. Para satisfacer la demanda de empleos, el gobierno necesitaría crear 80 mil nuevos sitios de trabajo.
El municipio de Atzalan, ubicado en la sierra central de la entidad a dos horas de Xalapa, la capital, con una población de 53 mil habitantes, ocupa el primer lugar en expulsor de migrantes. Se calcula que el 28% de los atzaltecos (15 mil de los cuales el 20% son mujeres) viven fuera de su municipio, duplicando así la media estatal del 14%.

De acuerdo con la subsecretaría de Desarrollo Político de Veracruz el perfil de las mujeres que salen de sus comunidades a otras ciudades de la entidad y a Estados Unidos, es mayoritariamente jóvenes entre 15 y 30 años donde al menos el 50% cuenta con estudios secundarios. El 89% del total tienen hijos y el resto son solteras. En los últimos años se ha comprobado que los motivos de movimiento en las mujeres son la unificación familiar y la búsqueda económica y laboral.
"Absurdo sería dejar éste asunto en manos de quienes no han hecho nada, de quienes han desoídos éstas voces. Sería cobardía esperar a que nuestra justicia hiciera justicia" Edmundo Valadés.
A las tres de la tarde del domingo primero de junio llegamos a San Pedro Altepepan. Ni Octavia Fabián Martínez de 24 años ni Juana Hernández Sánchez de 36, dos de las viudas, estaban en su casa. En ambos casos los hijos abrieron la puerta: "No está, anda trabajando en Martínez de la Torre" fue la respuesta.
En el último camión que llega al pueblo a las 6 de la tarde bajaron las dos amigas a causa de las circunstancias. "Amigas de duelo" se dicen ellas.
Juana Hernández -madre de Nahum, Lorenzo, Elizabeth, Porfirio y Noemí- y Octavia –de Andrés- corre actualmente la misma suerte que cuando su esposo pereció en el desierto: no tiene acceso a las becas de Oportunidades, ni ayuda de despensa del DIF municipal. De los apoyos prometidos por los tres niveles de gobierno, ni uno se ha cumplido "ni los microchangarros del presidente Fox".
La casa de material donde viven Juana y sus hijos, se logró con el primer viaje que Lorenzo hizo a Estados Unidos, siete meses antes del segundo intento.
En el primer aniversario de los muertos de Yuma, en mayo del 2002, los gobiernos estatal y municipal develaron un monumento en su honor y se organizó una fiesta con música y comida. Fue suficiente para que Octavia y Juana decidieran no volver a la ceremonia reducida en verbena popular.
Este año, Juana tomó a sus hijos y haciendo una pausa en los horarios de trabajo fue a dejar un ramo de flores al panteón. Ese mismo día les dio la noticia: "Me voy en dos meses a trabajar a Estados Unidos".
Lo que más le duele y por lo que se detuvo, al igual que Octavia, hace unos meses de partir, es por sus hijos. "Me voy, a pesar de ellos". Juana está desesperada, junto a ella, los niños la escuchan y guardan silencio, el mayor quien trabaja de cerillo en la ciudad los fines de semana, insiste en que no la dejará ir sola aunque se deshaga la familia.
Ambas pueden evitar la migración a Estados Unidos. Si el fin es meramente económico, podrían trabajar en las ciudades cercanas regresando cada quince días a su casa, como se lo planteó en un principio Nahum a su mamá. Sin embargo, la continuación que ahora ellas emprenden al viaje en el que perdieron la vida sus maridos, implica un proceso de reconocimiento personal que fue cortado de tajo con su muerte. Además de la compensación de una deuda con su marido, ellas mismas, sus hijos y en un tercer lugar, con la sociedad.
Para Juana Hernández no hay mucho que hacer. Cuando el presente es difícil, sólo le queda recordar el pasado. Eso da fuerzas para continuar, "fuerzas que nunca pensé que tendría".
"Mi esposo lo hizo por nosotros y a mi no me queda nada mejor que hacer por mis hijos. Si no lo hago y me muero aquí sentada, moriré con el deseo de haberlo hecho".
La mujer y la migración: apropiación de una forma de vida
Aunque la migración femenina aún no iguala en números a la masculina, su importancia radica en que en aquélla recae el factor de unificación y formación de la familias.
En los últimos años se ha visto una creciente feminización en los movimientos geográfico-sociales que se explica en la flexibilidad de las fuerzas de trabajo y la emergencia de un sector informal de economía destinada al área doméstica y a la industria de menor impacto, como lo son las maquilas.
Son manifiestas las contribuciones que los migrantes mexicanos han dejado en sus pueblos de origen. El proceso de movilidad revivifica costumbres, incrementa los límites de actuación y con ello la tolerancia hacia nuevas formas y actitudes ante la vida, rompe con la separación de las comunidades del resto de la sociedad y el resultado tangible más importante, es que logran revivir sus lugares de origen con la reactivación de la economía.
Cuando el marido es el que migra, la mujer queda supeditada a una serie de controles familiares donde el rol masculino sigue ejerciendo cierta presión. Las mujeres que quedan a cargo de la familia incrementan su dependencia hacia los recursos económicos enviados por el esposo; por permanecer en la comunidad de origen, sufren también la presión de respetar la idea de fidelidad y de guardar culto a una figura cuya permanencia es alterable, que no comparte las mismas responsabilidades y que tiende a magnificarse por el sacrificio de salir en busca de un bien familiar. Además de la obligación de ocupar el vacío de la figura paterna. Por otra parte la ausencia del hombre permite autonomía en la dirección del rumbo familiar y el replanteamiento de su rol como mujer dentro de la sociedad.
La migración masculina está legitimada por el papel proveedor que juega el personaje. Sin embargo, cuando se trata de la mujer, las consecuencias se reflejan en el trastocamiento de los valores tradicionales de familia con mayor fuerza que en el primer caso.
Es interesante reconocer la ruptura cultural que la migración trae de una generación a otra: los conocimientos que la madre de familia adquirió como herencia de sus padres sobre la vida en el campo, en este caso, se ven eliminados por completo de las enseñanzas que en su momento ellas transmitirán a sus hijos. Es aquí cuando los integrantes de la familia dirigidos por la mujer, emprenden la adquisición de una identidad cultural con más posibilidades.
Las familias dirigidas por mujeres migrantes enfrentan una transculturización reflejada en el cambio de roles de trabajo, en la maduración temprana de sus miembros y en la integración de lleno a la sociedad, porque se implican nuevas formas de desarrollo, de adaptación e ideologías.
Haciendo un balance de los beneficios y perjuicios de la migración en el género femenino, me permito considerarla como una oportunidad para replantear las relaciones hombre-mujer. "No consideramos la migración como una degradación ni como una mejora de la situación de la mujer, si no como una reestructuración de las relaciones de género que puede darse a través de la afirmación de la autonomía en la vida social, de las relaciones con la familia o la participación en redes y asociaciones formales"
Queda claro que la desintegración familiar es una de las consecuencias de la migración que son consideradas como negativas; lo mismo podría suceder con la transculturización. La migración es un fenómeno que está cambiando la conceptualización de la familia y el papel de la mujer en sus condiciones más básicas. Sin embargo estos cambios sociales siempre han existido y siempre se han atacado como una forma de preservar el orden social.
La migración fue y es básica para el desarrollo de las culturas. Es un fenómeno indetenible y es derecho de todo ciudadano. Desde la perspectiva de género los cambios pueden ser aprovechados por los protagonistas para el mejoramiento de su comunidad.
Los efectos en la mujer no son malos en sí; no se puede culpar sino atacar las condiciones desfavorables en que se desarrolla. Este fenómeno se debe analizar en este matiz, como un hecho que responde a un cúmulo de necesidades económicas, sociales y culturales. Si bien las políticas migratorias están orientadas en su mayoría hacia los hombres, es indispensable reconocer la relevancia de la migración femenina en el desenvolvimiento propio, de la familia y la sociedad, para garantizar la igualdad de oportunidades dejando de lado la perspectiva protectora y de competencia, y actuar en un ambiente de igualdad y derecho común.
No se trata de determinar la solución al fenómeno migratorio en su eliminación, porque es un motor que mantiene vivas a las culturas. A lo largo de la historia ha permitido la evolución de los roles del hombre y la mujer.
La sociedad siempre se ha mantenido reacia al cambio y con ello se cometen muchas injusticias. Teme romper con tabúes de que la mujer debe estar circundada, recluida en casa y en apariencia protegida por ser débil. Es ese miedo el que rechaza quitar a la mujer como eje y sustento de la moral y cohesión familiar, porque se sacudiría toda su estructura.
Y si bien esto ha pasado, la sociedad no lo digiere y ve alterada su organización, su seguridad. De esta manera la migración de la mujer es vista como algo accidental y no esencial, que sucede, pero que no es normal.
La mujer desde su trinchera, ya sea como migrante o afectada por la migración, en este caso de la pareja, no lo conceptúa, como el emprender o ser protagonista del cambio y por eso no lucha por sus derechos, se cuela en el cambio, con disimulo.
Desde este reconocimiento es que se deben traducir políticas migratorias atingentes a la diferencia de género, no únicamente hacia el exterior, sino al seno de las familias que quedan alteradas.
No se puede contener el cambio social y es importante reconocer que la sociedad se mantiene reacia como una forma de preservar su orden ; pero también que la migración da oportunidad a esa continua reestructuración social que nos mantiene vivos.

LA FALSA GENEROSIDAD DE LOS OPRESORES



-¿Es correcto el diagnóstico?
-En varios puntos. Otros son discutibles y aun contradictorios
-Desde luego. Se aventuran hipótesis. Nada pretende ser definitivo.
José Emilio Pacheco.

Para la enfermedad, la locura, la mugre, la delincuencia y la miseria hemos inventado mecanismos de negación. Hospitales, asilos, manicomios, productos de aseo y cosméticos, cárceles y caridad resuelven sin alterar. Es decir, nos permiten cerrarnos al "Otro".
Por eso, cuando uno quiere saber qué quedó del otro lado de la línea, afuera de los márgenes, recurre a los lugares donde ocultamos lo que ética y estéticamente no toleramos.
En un rincón de esta aldea global, en el paisaje urbano del puerto de Veracruz, se yergue austero el albergue nocturno para indigentes del DIF Municipal. "Lo conseguimos. Se ven más limpios y bien dormidos", presumen las autoridades al celebrar el primer aniversario.
Pero la pobreza es un aspecto de la marginación, es decir, la mentada dignidad de la que hablan los Derechos Humanos, para los que la empresa caritativa aparentemente basta. Sin embargo, no es suficiente para reintegrar a los indigentes a la sociedad, apenas para que las buenas conciencias puedan dormir tranquilas.
La relación entre pobreza y marginación salta a la vista en las historias personales de quienes son clientes de este lugar. No es cuestión de dinero ni de flojera, tampoco es culpa de una persona o una institución y tal vez, por lo mismo, nadie se hace responsable.
El presente trabajo nace del material obtenido durante siete días que, a manera de experimento, pasé acompañando, como uno de ellos, a los indigentes, y surge como resultado de la inquietud acerca de la sociedad en la que estamos viviendo. Cada día a las 8 de la noche se pasaba lista y a las 7 de la mañana del siguiente salíamos a la calle a vivir de los comedores gratuitos, limosnas y trabajo temporal.
Pensé, en un principio, que sólo así sería posible rebasar la estadística y la generalización y evitar el estudio de la pobreza con excesos de sentimentalismo o brutalidad. No es lo mismo hablar sobre pobreza que hablar de pobreza. El último día confirmé que no podemos seguir hablando de ella, de exclusión y marginación sin los "Otros", creando políticas de desarrollo para ellos y no con ellos. Pero debo reconocer que el resultado es producto de una visión personal, es la percepción, que en este intento de integrarme, tuve de los "Otros". Aunque yo sólo necesitaba cruzar la calle para volver a ser la de siempre, sabía, al menos, que mi lugar en la sociedad estaba seguro. Este trabajo no puede dejar de ser una celebración de mí misma, pero es un intento, una aproximación hacia los otros a partir de lo que Heidegger llama el dasein, el ser ahí. Y en el rostro de esos seres arrojados a este mundo percibo ese no-idéntico, esa negación que termina por despertarme un insaciable apetito por la otredad, en la que Levinas funda su ética.
La mirada propia es un tamiz de subjetividad. Soy mi propio espesor histórico y social, soy mi modo de vida, soy el pensamiento de mi familia, grupo social, soy mis reglas y límites. A cada paso por estas líneas registro y ajusto cuentas conmigo misma.
Aclarado lo anterior, este ensayo se propone describir y contrastar el criterio gubernamental que define a la pobreza en un marco meramente económico y político y, por tanto, las políticas públicas de desarrollo social, frente a otro criterio que la concibe dentro de un marco cultural, con el fin de mostrar el conflicto clave en los programas de desarrollo social de nuestro país: la limitación del concepto Pobreza a un perfil simplemente económico y la falta de reconocimiento, respeto e integración de los marginados o excluidos al presumido modelo democrático de la sociedad.
Se trata de dos proyectos encontrados: uno, donde el Estado pretende la formación de ciudadanos modernos, sujetos productivos amparados por una visión positivista que impone modos de ser, frente a otra que incorpora lo particular, lo concreto, la diversidad, la libertad, la autodeterminación, alimentadas por reminiscencias y contramemorias que han sido excluidas del discurso hegemónico.
Por citar el caso más conspicuo, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU el 10 de diciembre de 1948, se establece que todo individuo como miembro de la sociedad tiene derecho a la seguridad social y a obtener del estado la satisfacción básica de sus necesidades económicas, sociales y culturales. Se incluye además el derecho a la personalidad jurídica, al descanso, al trabajo digno y a la educación, a un nivel de vida adecuado que le asegure salud y bienestar. Condiciones indispensables para su dignidad y para el libre desarrollo de su personalidad.
Por tanto, la pobreza, exclusión y marginación son situaciones que coartan la libertad de todo individuo para ser, pertenecer y conducir su vida.
Pero más allá del proyecto modernizador, esta reflexión vuelve la mirada hacia nuestro derecho a cambiar al otro en aquellos casos donde la diferencia se mezcla con la desigualdad. ¿Hasta dónde tenemos derecho a establecer formas, estilos y valores de vida a los "Otros" bajo el pretexto de integrarlos a la sociedad?



EL UMBRAL, DONDE DEJAS DE SER Y PERSISTES
"El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de ‘enderezar conductas’"
Michel Foucault en Vigilar y Castigar


Hundida en la oficina, trataba de hilar los momentos que sin darme cuenta me dejaron aquí, encerrada frente a una mujer que no dejaba de hacer preguntas intimidantes, capciosas y psicológicas. No contenta con eso, me apuntaba con su cámara fotográfica disparo tras disparo, otra más para el archivo. ¿Archivo?... Yo sólo pedía un lugar donde dormir mientras reunía el suficiente dinero para volver al DF, la ciudad de la que 32 horas antes había escapado, porque ya no tenía estómago para pagar la factura que me cobraba a diario nomás por vivir ahí. Me había convertido, al igual que quienes ingresan aquí, en datos. Mi cuerpo procesado, medido, controlado por miradas disciplinarias y manos burocráticas.
Y ni modo aquí estaba, perdida en medio del sueño que me habían prometido era Veracruz, sin mi puesto de artesanía, ni mi mochila, ni cartera, ni la más mínima idea de dónde pudo haber ido el fulano que me la robó, ni las ganas de perseguirlo siquiera, ni de contestar a las preguntas que los otros formados hacían por morbo o simple curiosidad.
Media hora después por fin me dejaron pasar. La trabajadora social me dijo que sólo tenía chance de quedarme 15 días porque tenía suficiente edad y fuerza física para trabajar y conseguir rápido mi boleto de regreso. "No te preocupes -dijeron los otros- yo tengo 8 meses viviendo aquí". Menos mal, pensé al escucharlo, este lugar está permeado por estrategias de sobrevivencia.
Eran las ocho de la noche y afuera del albergue nocturno para indigentes del DIF municipal, los muchachos avanzaban en la fila maldiciendo del trabajo que no existe y cuando sí hay, pero no es suficiente, del hambre, de ellos mismos, de la ciudad con sus calles, amplias como mar, que todo el día los repelió y que al anochecer, desprecian dejando atrás.
Su bolsa por favor, pidió el vigilante, cuál bolsa si me la robaron, entonces entrégueme cualquier droga que traiga consigo, ¿los dos cigarros cuentan?, los puedes pasar, se adelantó quien más tarde se presentaría como Vicente y que había dejado un bote de thinner y su mona con el uniformado. En fila, como para ser procesados... desactivados.
"No se puede meter, pero al día siguiente me la regresan, si no, nunca volveríamos aquí y este lugar se quedaría sin clientes". La generosidad necesita en quién justificarse.
Afuera de la oficina un periódico mural sostiene entre anuncios y memorandos dos recortes de periódico: "Celebran con indigentes primer aniversario. Claudia Beltrami, presidenta del DIF municipal, afirmó que la institución ha logrado eliminar la pobreza en las calles en un 60% al albergar este mismo porcentaje de menesterosos en el albergue nocturno. Radiante y sosteniendo en brazos a un niño de la calle declaró: ‘Acabamos con los pobres al proporcionarles un techo seguro dónde dormir, al que además, ellos regresan voluntariamente cada noche’".
El segundo, tan alentador como el primero, "3.4 millones de mexicanos y mexicanas dejaron de ser pobres –a ocho columnas-. ‘En los dos primeros años de la administración la pobreza más profunda disminuyó de 24.2 por ciento a 20.3 por ciento; 3.4 millones de mexicanos y mexicanas que vivían en la pobreza más apremiante, la que impide el ejercicio pleno de las libertades y de la ciudadanía, ya dejaron esa inaceptable condición’ precisó el titular del Ejecutivo Federal, Vicente Fox Quesada. Esto, subrayó, ‘nos permite afirmar que estamos avanzando hacia una sociedad con mayor equidad’".
Leo los recortes y pienso si los "Otros" serán tan optimistas como la autoridad al presumir sus resultados a través de los medios, en este caso un espejo complaciente del poder. La encuesta, que representa el método oficial de medición de la pobreza y cuyo modelo es repetido por las autoridades del albergue nocturno, identifica a los pobres con una sola variable: el ingreso por persona (Boltvinik, 2003).
La fotografía, de engañoso realismo, sólo deja ver un instante conveniente: la sonrisa testimonio de los "Otros".
Incluso el parámetro utilizado por los programas de Sedesol se basa en dos líneas de la pobreza: canasta de bienes y servicios y necesidades básicas insatisfechas donde se incluye la carencia de calidad y cantidad de vivienda, inadecuación de condiciones sanitarias y rezago educativo. Por eso al registrarse el aumento de ingresos en 80 por ciento de los hogares de menores ingresos, la pobreza baja. Por eso, cuando las calles se ven limpias de los indigentes que antes dormían en el quicio de nuestra puerta, la pobreza se acaba. Para nosotros, para las autoridades, ellos ya no son pobres. Con la ventaja de los números como herramienta para medir los programas sociales de combate a la pobreza y la alevosía de producir su propio concepto, el gobierno se aplaude y se lava las manos. Y nosotros un tanto con ellos. Sin embargo, los Derechos Humanos superan el aspecto material del desarrollo y se fincan en el respeto a la vida y la dignidad humana.

EL BAÑO: LOS CUERPOS SE RE(V)BELAN
Previo a dormir una toalla de hotel barato y un pedazo de jabón zote me fueron entregados a la puerta del baño. Entonces entendí el ritual: antes de ir a los dormitorios todos los muchachos, ancianos, mujeres y niños dejaban bajo la regadera la mugre de la calle, el cansancio del día y quizá con mucho tino, la mala suerte que cada noche los regresaba al mismo lugar. Empezaba así el proceso de rescate: irlos amoldando a los estándares de desarrollo e integración definidos por La Sociedad.
Los baños de hombres y mujeres están ubicadas en el mismo cuarto y divididas por un medio muro que deja un hueco de casi 2 metros en el techo. En cada espacio se distribuyen las 4 regaderas sin cortinas entre ellas. Cuerpos disciplinados, apuntaría Foucault.
Dos noches atrás había llegado una señora de Chihuahua. Exquisita para los internos, entró a darse un baño. La oportunidad estaba ahí y sólo era cuestión de aprovecharla.
Dos muchachos de 16 y 17 años que estaban viendo una película de Mauricio Garcés en la televisión del patio, se apuntaron y de inmediato entraron a los baños de hombres, y mientras ellos se prepararon para trepar por el muro al espacio vacío que dejaba asomar al sitio de las mujeres, otros dos giraron las sillas para vigilar que el guardia no saliera de la oficina.
Desde afuera se alcanzaba a escuchar la caída del agua sobre el azulejo y un instante después el murmullo se interrumpió a chorros, señal de que ella ya estaba desnuda bajo la regadera.
Las modelos de la película de Garcés en minúsculos bikinis, con sus cuerpos perfectos tirados al sol, pasaron a segundo término ante la expectativa del resto de los muchachos que brincaban sobre las sillas excitados por la emoción que, desde su lugar, compartían con el par de malandrines.
Treparon hasta el final de la barda. Una vez arriba y con toda la discreción que exigía la operación secreta de la noche, se pusieron de pie, se bajaron, uno la bermuda y otro el pantalón hasta media nalga, sin respirar fisgonearon a la señora y mientras ella se tallaba con el pedazo de jabón zote que le dieron en la entrada, los dos, victoriosos, se hicieron la manuela frente al resto del grupo que desde el patio, excitados y revolcándose sobre las bancas, los observaba. Observadores a su vez observados y en cada mirada una moral distinta. La mía, inevitablemente embarrada en estas líneas.
El ambiente sexual de la calle tomó por sorpresa al lugar y calentaba con sus vapores los ánimos de la noche. Todos se rendían y la primera en caer fue la moral.
Desde el principio el ser resiste las limitaciones impuestas y ante ellas protesta a su manera. Los cuerpos, no tan dóciles, se indisciplinan, sonreiría Foucault.

EL PATIO, RINCONCITO DONDE HACEN SU NIDO…
"A recoger todos los golfos, todos los vagos. ¿Qué no te gusta trabajar? ¡A las Islas Marías para toda tu vida! Nada de dinerito y ai vienen de vuelta. Allá déjenlos. Son parásitos"
Jesús Sánchez en Antropología de la Pobreza de Oscar Lewis.

Faltaban todavía dos horas para el toque de queda, la frescura del lugar, su pulcritud rayando en lo antiséptico y la ausencia de mosquitos (muy agradecida) invitaban a quedarse un rato después del baño. Ya calmada la excitación de la flota, me quedé en el patio junto a los demás (en su mayoría muchachos, los ancianos y mujeres ya ocupaban los dormitorios) viendo las últimas escenas de la película de Mauricio Garcés, ésa donde le roban su ropa por andar persiguiendo mujeres en una playa nudista.
La única diferencia entre la operación secreta de la noche y las escenas que veíamos en la tele de 21 pulgadas, era el formato. Pinche realidad enana, el churro mexicano y los mexicanos hechos churro. El imaginario colectivo construido de los deseos, donde en buena medida interviene la mano de los medios de comunicación.
La tele está ubicada en un rincón del patio, el único lugar común en el albergue. Amplio, con mesas al centro de la construcción como las antiguas haciendas, rodeado por los dormitorios, baños y oficinas. Siempre iluminado, recordando a cada minuto que se está bajo observación.
Nos fumábamos el penúltimo cigarro Vicente y yo, cuando llegó José. Entró al albergue con dinero en la bolsa. Una noche más había logrado el contacto con el ingeniero Toño y no evitó hablar, frente al resto del grupo, de lo fascinante que le resultó el negocio.
"Ese loco es cada vez más ganso, hoy me soltó 300 varos por coger con la Mónica y como andaba de buen humor hasta jacuzzi y cama de agua nos tocó en el hotel. Nombre vieja, los platos de coca puestos sobre la mesa y un guato de comida, ya sabes, nomás planchar frente a él y dejar que se masturbe tantito con nuestro show".
El "ingeniero Toño" vive, con su trabajo, dinero y seguridad, en un lado de la línea; José araña el otro extremo. Pero en las cosas simples, en lo más humano y concreto del ser, ambos son iguales, ambos son excluidos. No hay extremos ni diferencias. La línea se vuelve invisible y, en igualdad de condiciones, unos a otros nos damos en la madre.
También los Derechos Humanos se pisotean unos a otros, entran en conflicto y toman sentidos diferentes en cada práctica específica.
Me salta desde el recorte de periódico el concepto de pobreza manejado por la autoridad y calculo que nada tiene que ver con esta realidad que aquí se presenta, donde es evidente su relación con la cultura, la marginación, la exclusión y el rechazo a los "Otros", los diferentes.
José no sabe hasta cuándo le durará el dinero que le pagó Toño y desconoce si tendrá trabajo mañana, pero eso no importa cuando se cuenta con la exclusiva de actor porno en vivo para un ingeniero, que además de homosexual, es millonario.
Ningún profesional. Su imagen escuálida y cara de niño a pesar de sus 22 años, poco tiene que ver con el tipo consagrado en las películas XXX y más bien representa una mala versión de sí mismo, siempre quejándose de lo que es, con exageradas pretensiones de lo que no es.
Se pasea sobre todos y los mira desde lo alto, apenas arribita de sus narices, les enseña su dinero, arrugado, sucio, pero suyo al fin.
"Todos los días llega al albergue presumiéndonos su dinero, su orden de tacos que se compra y que ni siquiera se termina y en lugar de dárnosla a nosotros, que me cae no tendría comparación con la mejor pierna horneada, el bato la tira por puro capricho, por puro presumir que sí tiene y nosotros no, como diciéndonos a cada rato ‘yo soy el chingón del lugar’" dice Gerardo de 25 años, subempleado que sobrevive vendiendo chocolates en los urbanos y alimentándose de los comedores gratuitos.
"Yo soy el chingón del lugar" el diferente, el que rasca la línea para estar del otro lado, el que niega lo que es, el que ya no quiere ser. Lo veo y descifro desde mi lugar una resistencia a pertenecer y ser como sus compañeros, que se traduce en un nuevo nivel de marginación con la tendencia de presionar a quien está debajo de nosotros, a quien no es igual que nosotros.
"Siempre anda con esos aires de control, de acá muy machín, pero todos sabemos que el güey no sabe ni dónde está parado, todo desesperado por encontrar un lugar donde pisar macizo".
Nadie sabe con certeza de dónde viene, lo único que es del puerto, que algún día decidió dejar la calle y dormir en el albergue, sus conectes con el ingeniero Toño y los mejores sitios para encontrar pastas y marihuana a buen precio cerca de la calle Canal, a unas cuadras del lugar.
Todos lo respetan por ello, al menos quienes urgen de sus relaciones para aguantar el día en la banqueta. Pero sabe que ahí termina la relación. Porque ni el dinero ni las cenas envidiables son suficientes para mantenerlos cerca.
Antagonismos de clase que crean una subcultura, la de los excluidos y marginados, quienes desde su trinchera protagonizan conflictos por la disyuntiva de pertenecer a un grupo que muchas veces, por las condiciones, reniega de su propia existencia.
"Por eso todas las noches termina solo, tirado en el suelo viendo los últimos programas de la tele, riéndose de que nos vamos, de lo que le sucede" dicen los demás de José, a quien difícilmente le sorprende su propia historia.
José el flaco, el prieto quemado de la cara, el de pelos tiesos y disparejos, dientes despostillados; el del cuerpo curtido como lienzo viejo, el de brazos arañados, dorso tatuado, el de pecho navajeado, el lacio, el pobre, el de ojos rojos y mirada vacía como buscando un lugar dónde aterrizar.
Y mientras lo encuentra bajo la banqueta, en las navajas oxidadas que raspa sobre su piel, en la cartera del ingeniero Toño y el dinero que no tienen los demás, la vida sigue sin esperarlo. Y se va quedando a un ladito, como todas las noches, tirado con su soledad.

LAS NUEVAS REGLAS DEL JUEGO
Estamos en el patio. El policía dejó la reja de la entrada, sorteó algunos tipos tirados en el suelo y caminó hasta José, demasiado cerca para enseñarle desde sus bolsillos, un paquetito de billetes. Es quincena.
"Vamos por unos tacos, ándale" le dijo el poli, él sin dudarlo y olvidando que ya había cenado una orden de tacos de maciza lo siguió. Los que se quedaron protestaban por la mois y lo despedían con un "móchate".
La Güera, trabajadora del DIF a cargo de la vigilancia junto con el uniformado, se quedó pendiente haciéndole el paro mientras él salía. José y él se fueron y no volvieron hasta 40 minutos después. Ahí nos quedamos todos. Yo, adivinando el encargo y los otros, saboreando lo que estaba por venir.
Más allá de los límites jerárquicos, de las leyes, de la autoridad, el ser humano se apropia de los espacios y escribe las nuevas reglas del juego. La disciplina, la vigilancia, protagonizadas por el policía y la Güera, dan su brazo a torcer a cambio de pertenecer al grupo. No somos islas y somos, por naturaleza, seres gregarios. Un trueque por conveniencia dentro del juego de la marginación.
Llegaron con tres platos envueltos en papel aluminio y dos botellas de refresco jarochito sabor naranja y piña. El poli y la Güera se fueron a la caseta a cenar mientras que José comió sus tacos, otra vez, frente a los demás sin ofrecer siquiera la olida.
"No te hagas pendejo, ya móchate" le reclama Vicente y acto seguido José le muestra el plato vacío. "No hablo de tacos, saca la mois, la mota, la verde". José ríe y lo ignora, pero rebusca entre los bolsillos del short que vestía y saca un pedazo de la sección policiaca del Notiver, de ahí dos cigarros de marihuana.
Para romper la legalidad se utilizan tácticas de una razón que escapa a la Razón Occidental. Para justificarse la Ley inventó el underground. Por antonomasia, el modo de vida outsider es proscrito.

DOMINÓ: EL "BREAK" LÚDICO
"Vivir era correr buscando un lugar dónde meter la vida"
Paco Ignacio Taibo II en Cosa Fácil

La película terminó y con ella todos nos dispersamos, los cuerpos arrastrados bajo la sombra deambulaban hacia los dormitorios, otros a medio vestir y sin bañar todavía se quedaban nomás mirando la paredes amarillas, pensando, hilando, tal vez, cómo fue que la vida los trajo aquí sin darse cuenta, sin preguntarles, sin darles otra opción, nomás orillándolos poco a poco hasta dejarlos en este lugar, en medio de un país convertido en un gran estadio que gira al ritmo de un partido de fútbol, o peor aún, como pirinola, tratando a lo tarugo de encontrar su lugar en el universo del toma y daca, en un escenario que pretende a los individuos como sujetos productivos en un proyecto neoliberal, que utiliza como coartada la noción del Bien Común. Nuevamente se queda pendiente el asunto de las minorías.
Al fondo del patio una pareja de viejitos jugando dominó me invitaron una ronda a cambio de un cigarro. Una mula más en la partida. Don Goyo repartió y comenzamos a tirar las fichas sobre la mesa una a una hasta quedarnos con dos cada quien.
La autoridad del albergue permite ciertas prácticas "recreativas" como muestra de caridad, pero todas ellas reguladas dentro de los márgenes que no amenacen su control.
"Yo traté de matarme ocho veces" dijo al tiempo que cerraba con la mula de tres la partida y remangaba su camisa mostrando la cicatriz del que rumia la muerte. Tragué saliva, con ese movimiento perdía el juego, pero no era eso lo que importaba.
La última vez estaba en su ronda de policía. "Me habían avisado de un suicidio, mi corazón brincó porque nunca me había enfrentado a la muerte, no de esa manera. Tenía miedo, mucho miedo y además estaba solo.
"Entré a la casa, ubicada a 2 cuadras del centro histórico, que apenas era un cuartito y no quise ver el cuerpo, mejor me puse a revisar las paredes y los muebles tratando de encontrar alguna evidencia, una grabadora vieja, casetes con música de banda, una foto familiar... todo me conducía a él.
"El cuerpo del hombre tirado en el suelo. Retorcido y junto a su mano, un frasco de veneno. Lo pensé nomás tres segundos, me agaché y mientras lo hacía me imaginaba mi cuerpo tirado junto al de ese desconocido que en tres segundos más, iba a ser mi compañero.
"Tomé el frasco con las dos manos para darme fuerza. Yo ya no era un policía, era como ese tipo muerto a mis pies. Me sentía más sólo que él y me daba envidia, envidia de su muerte".
Más allá de lo veraz o verosímil, el relato permite que le dé sentido a su vida. El drama humano se convierte en puente con los otros, por donde pasa la autocompasión, el acto de rendición y sus justificaciones.
Goyo siguió la plática al mismo ritmo que revolvía de nuevo las fichas de dominó. "Incliné el frasco sobre mis labios y tomé aire para agarrar valor. No debí pensarlo, apenas sentí la humedad del líquido y alguien lo arrancó de mis manos, era mi compañero uniformado que había llegado con los refuerzos. Me sentí como un fracasado, frente a mí, frente a la muerte".
En sus ojos se ve la certeza de lo que cuenta y las claves de su decepción. A sus 72 años ya no hay historias increíbles ni finales impredecibles. A una vida hecha, le depara un lugar en el olvido.
Nadie imaginaría lo que hay detrás de cada jugada, lo que carga en esos costales de 10 kilos cada uno, con sus pantalones azules de siempre, su camisa rayada, su dentadura nueva, a la que todavía no se acostumbra.
En plena subjetividad desatada, contó que fue alcalde en Omealca, Veracruz, llegó a ser médico de puro leer libros, y que desde los 6 años trabajó vendiendo refrescos. En el ejército ganó dos veces el primer lugar de tiro al blanco y recuperó su fortuna perdida por la bebida ganando un concurso de albures, lo que entendí como una mesa de juegos.
En el albergue no es más que otro, tan callado, tan obediente. Siempre mirando a quienes no son como él, con esos ojos que critican mientras juega al dominó. En los 7 meses de llegar todas las noches y vaciar sus costales, poco ha cambiado.
Es el mismo tipo que camina 6 cuadras a la avenida 5 de Mayo, en el corazón de la ciudad, para tender su puesto de dulces y poner su consultorio de huesero, el mismo necio que mantiene las consultas a 300 pesos, aunque nadie se pare ni siquiera a leer el anuncio de cartón, escrito con faltas de ortografía.
Lo miro jugando dominó como si no hubiera otra cosa en la vida. Puedo pensar que después de todo esto, de intentar 8 veces quitarse la vida, se cansó de apostarle a la muerte. Pero Goyo sabe que no es así. Que decidió seguir. Aún me cuesta entenderlo. Pero cuando lo veo leyendo el evangelio a los otros que son como él y se pone contento porque con todo y sus loqueras atinan a encontrar a Dios, sé que hay algo más grande que la muerte y la soledad. Y en él, se llama esperanza.
Revelación que descubro autocomplaciente: ¿qué diferencia hay con la sonrisa tranquilizadora en las fotos de los periódicos y mi gusto en descubrir atisbos de esperanza en la miseria?.
Lo lúdico, la religión, esos placeres tan ajenos, existen a pesar de los pesares, en la marginación. La cultura es la celebración del ser, de las identidades. Jugar, creer, es buscarse un lugar en la vida.

CONCEPTOS, EL CONTROL
En esta plaza las estadísticas se quedan cortas. Su eficacia no encuentra molde y nomás hace la finta de solucionar problemas. A los que ya no puede, los ignora, les echa la culpa de sí mismos "son porque quieren ser". La idea más generalizada de la pobreza, manifestada en las formas de medición, tiene que ver con la carencia o escasez de bienes materiales. Algunos autores conceden al concepto la atribución social, otros más lo diferencian con la marginación y exclusión. De cualquier manera el objetivo es el mismo: reconocer su parte cultural.
Con una postura intermedia que alude a cuestiones de participación política, el Consejo Nacional de Población (Cortés, 1998) entiende por personas marginadas a aquellas que
Pertenecen a una sociedad en la que por diversas causas, la organización socioeconómica y política vigente, la mantiene dentro de una economía de subsistencia y la excluye total o parcialmente del acceso al consumo y disfrute de bienes y servicios y de la participación en los asuntos públicos, por debajo de los estándares mínimos.
Con más elementos, pero sin dejar de lado la abstracción que conduce a la ambigüedad con mayor precisión, Greenspan define a la exclusión y la marginación referente a las esferas culturales y políticas, a la desigualdad de género, discriminación por raza o etnia, derechos humanos, ciudadanía, es decir, hace referencia a las condiciones de vida de la población en los aspectos culturales, demográficos, sociopolíticos, territoriales y ambientales, así como a la ampliación y consolidación de la democracia.
Boltvinik (2003) critica tres formas de exclusión social que la medición de Fox no consideró: la pobreza o exclusión de una vida digna, el individuo carece de posibilidades de elección además del rechazo y discriminación de la misma sociedad que no lo reconoce como uno de ella; el desempleo, carecer de una forma aceptada de ganarse la vida, reconocida por los ciudadanos y que otorgue la posibilidad del desarrollo profesional y los rechazos en la educación, exclusión del saber y la movilidad social.
Desal (1969) considera cinco dimensiones del concepto: la ecológica, habitan círculos de miseria; sociopsicológica, no tienen capacidad para actuar y no reciben beneficios sociales, al mismo tiempo que carecen de una integración interna y con esto del potencial de automejoramiento voluntario y racional; sociocultural que incluye bajos niveles de vida, salud, educación y cultura; económica, empleos inestables o inexistentes e ingresos de subsistencia y política.
La pobreza cultural con sus antagonismos de clases, problemas sociales y necesidades de cambio, viene a ser el factor dinámico que afecta la participación en la esfera de la cultura nacional creando una subcultura por sí misma, la de los excluidos y/o marginados (Lewis, 1997. P. 17).
Es evidente que la pobreza no es sólo material. Los niveles básicos de bienestar implican la atención de requerimientos esenciales para la salud, la alimentación, la vivienda y el vestido. Pero además existe una dimensión cultural que va más allá incluso del acceso a la educación formal. El derecho a ser ciudadano, el derecho a ser minoría en la ciudadanía. El derecho a los derechos humanos.
DORMITORIOS: LA HORA DE LOS INSOMNIOS
La noche que la conocí, doña Margarita era la única despierta en la habitación. El fresco había mandado a todas temprano a la cama y la luz dormía, dejando el lugar en una tranquila penumbra. Afuera las voces de algunos, todavía despiertos, rompían la armonía de los dormitorios.
Prácticamente no se veía nada. De no ser por la silueta blanca meciéndose de un lado para otro, no me hubiera percatado de su presencia. Yo tampoco tenía sueño. Sólo quedaba un espacio vacío y era junto a su cama.
No hubo necesidad de presentarme. Ella inició la plática convirtiendo sus murmullos en palabras. Estaba rezando, pero ya ni el efecto amansador de la oración le quitaba la inquietud. Aún así se perdía en esa relajación por medio del rosario y la oración, semejante a un árabe en el desierto. O quizá era simple rutina. Rutina de lamentarse de su propia historia, de sus 28 años de matrimonio con un hombre desconocido, finiquitados cuando él la corrió de la casa. Y que la terminaron de matar el día que se enteró de la acusación que sus hijos le hacían de querer matar a su padre.
"Él está ganando la gloria terrenal, pero está perdiendo el alma, y lo más grave es que también a Dios", dijo.
Yo no entendía sus palabras, era como si escuchara a una muerta, ni siquiera sabía si me estaba hablando a mí, pero en una noche en que lo último que se quiere es el insomnio, ambas nos adoptamos como compañía.
"Fueron 28 años de algo que nunca existió, de ser invisible, vejada, utilizada...".
¿Qué es una mujer a sus 58 años de edad a quien el odio le arrebató la vida? ¿Qué más puede soportar cuando al final del camino voltea y se da cuenta que no ha quedado nada?
De un momento a otro, esta mujer que parecía tener una vida hecha se encuentra del otro lado de la línea. De su casa al albergue, de la familia a la soledad. Todo el día permanece dentro del dormitorio, como evitando el contacto con quienes ella consideraba "diferentes", los "Otros" y sin más, en un chasquido, parece que se ha convertido en una de ellos. Dice que para sobrellevarla en este lugar, con todo y lo que son, los tolera.
Margarita tiene un mes en el albergue. Se ha ido adueñando del lugar con sus bolsas de ropa, sus trastes de comida, su Biblia; se apropia de la noche con el insomnio, los rezos y, a veces, el llanto que no se escucha. Como si en este espacio en la esquina del dormitorio y sobre una colchoneta desgastada pudiera acomodar y reinventar la vida que se le fue, la vida que no vivió, la vida sin eso que llaman derechos humanos, y que a ella le suena tan sin sentido como la cáscara que le dejaron a manera de vida.
"No voy a decir que fui una buena madre y esposa, porque no se trata de lo que fui. No voy a preguntarme tampoco qué hice mal o por qué Dios me ha castigado de esta manera. De todos modos, aunque lo hiciera, nunca podría entender por qué mi esposo me echó de la casa, tal vez porque nunca trabajé".
Los golpes marcados en la piel, los insultos y la vergüenza de no tener un lugar, no se comparan con la culpa que sus hijos le echan de querer matar a su padre.
"A mi ese cabrón no me importa, porque nunca fuimos nada. Pero mis hijos que se llevaron una parte de mi... ellos son lo que más me duele".
Debajo de los lentes de botella los ojos se le ven más hinchados aún. Habla tenso, con los dientes apretados y casi nunca sale del cuarto.
Es la única del albergue que puede permanecer todo el día internada. Dice que habló con el director del lugar y, compadecido por su caso, le dio permiso de vivir en él, mientras se resuelve la denuncia que puso en contra de su marido por violencia intrafamiliar.
Después de las 8 de la mañana se arregla y ayuda en el aseo de los cuartos, duerme otro rato. Más tarde sale a comer con una comadre y en ocasiones asiste a pláticas de autoestima y sesiones psicológicas.
Todas las noches el ritual consiste en cepillarse el cabello, arreglarse las uñas de los pies, extender su ropa sobre la cabecera para que no se arrugue, preparase una taza del complemento vitamínico que le regaló el DIF y leer la Biblia. La única variedad es el sabor de su bebida: plátano o natural.
Con todo lo que le ha pasado no se atreve a ver su futuro más allá de la noche que le espera en insomnio. No sabe cuánto más durará. Sólo pide a Dios es un corazón duro para aguantar.
La marginación no es algo con lo que siempre se nace. Devora, absorbe, gana terreno cada vez que nos vence la intolerancia. Y las mujeres suelen ser objetos de una doble marginación: socioeconómica y de género. Otra vez la sombra de los derechos humanos

LA CALLE, EL CAMPO DE BATALLA
"La suerte ha dejado aquí de andar fallando, se encendió la luz y puede verse el caos"
Francisco Urondo

A las siete de la mañana la luz nos despertó como una bofetada. La placidez y certeza de la vida se quedaba bajo las sábanas blancas, perdida entre las arrugas de la cama. Otra vez a moverse como sombras, de nuevo al campo de batalla en una guerra que parecía no ir a ningún lado. Es hora de partir.
En la puerta, la Güera los despide con la misma prisa con que espera a que den las 8 de la mañana para retirarse. Les arregla el cuello de la camisa, les acomoda el cabello y les da una palmada en el cachete. Todavía se sienten los gritos que apenas unas horas atrás echaba para controlarlos.
-¿Cómo le haces para aguantarlos?- pregunto antes de salir.
-Yo a estos muchachos los quiero un chingo, aunque sean una bola de cabrones.
A las ocho de la mañana el lugar queda vacío. Las calles amplias como mares y la ciudad, que una noche atrás se había quedado sola, los recibe con la misma repulsión que ellos desquitaron el día de ayer.
Vicente y yo nos dirigimos al comedor gratuito de la Iglesia del Cristo, a unas cuantas cuadras del albergue, caminamos entre los charcos y mientras yo calculo lo que perdí en la mochila, él resta los días que faltan para llegar al sábado. El tiempo no es más que un montón de obsesivos días interminables, porque después de medio mes de trabajo, por fin le iban a pagar.
Le dicen Vicente pero se llama Rodolfo. "Así me puse porque no sabía cómo me llamaba hasta que a los 22 años conocí a mi mamá y me dijo mi verdadero nombre", como si fuera cualquier cosa. Ahora tiene 27.
No recuerda ni siquiera cómo llegó a la calle. Su imagen a los 6 años arriba de un tráiler que lo llevaba de Puebla al Distrito Federal es lo primero que tiene en la memoria. Desde ese momento sus días transcurrirían de un lado para otro.
Se deduce que llegó a Veracruz huyendo de la helada ciudad de México, porque en este puerto no se muere nunca de hambre ni de frío.
"Cuando me raye lo primero que voy a hacer es comprar un pollito bien caliente"
Numeralia de su vida: 3 hijos, 5 mujeres, 3 ciudades diferentes como hogar, e incontables las veces que ha estado en prisión.
Vicente llega todas las noches salpicado de cemento, la camisa hecha bolas en la mano, los tenis forrados de material, al igual que sus shorts y los pequeños ojos alargados delineados por gotas de yeso. Llega oliendo a humedad y mezcla con sopa Maruchan.
"Hasta la madre después de darle doce horas a la chamba y aguantando a un cabrón que no sirve ni para dar órdenes", explica generosamente con sus propias palabras.
"Loco, el sábado vamos a tomarnos unas cervezas y a nadar a la playa".
Se sienta frente a la tele, sin prisa por meterse a bañar, con el resto de los internados que ven la película "Un embrujo". No tiene ni siquiera dos minutos que tomó su lugar cuando el protagonista aparece en la versión de Vicente a los 14 años.
A esa edad entró a la cárcel por primera vez. Vivía en la calle. Una redada y nadie que reclamara por él lo llevaron al penal de Allende, "antes de que te pierdas como el resto de los demás", se molestaron en explicarle los custodios.
Un tipo negro, que desde los 14 años de Vicente, parecía de 5 metros, con la fuerza de 3 hombres juntos, deforme, monstruoso, se encargó de darle la bienvenida. La escena, por demás grotesca, transcurrió con él de rodillas, una navaja clavada en el cuello y varios internos a su alrededor haciendo fila. Después de 20 minutos el niño violado, chorreando lágrimas, logró escapar.
Sin alternativa, volvió para habitar en la calle y, como el resto de su flota, aprendió a sobrevivir en un lugar en donde nunca se duerme, donde la vida no va más allá de los siguientes minutos y que además, no acepta apuestas mínimas.
"Ya nomás faltan 2, 3, 4... 5 días para que me paguen y de ahí, al "Tablajero" por unas nenas bien sabrosas". Seguimos brincando entre los charcos hacia el comedor gratuito.
Lleva 8 meses viviendo en el albergue nocturno interrumpidos por las noches que tiene para pagar, con una mujer, cuarto en el hotel "El Bosque" a 40 pesos; o aquéllas en que él y otro grupo de muchachos juntan para una habitación en el motel equipada con películas porno y un paquete de cacahuates sobre la almohada.
"¿Hasta cuándo pienso vivir aquí? No pienso vivir aquí. El lugar está tranquilo, la gente es buena con nosotros, pero quiero rentar un cuarto. Quiero sentir que algo es mío, tener la libertad de dormirme a la hora que sea, de platicar con alguna morra sin que nadie me diga lo que tengo que hacer. Tengo 27 años y no hay ninguna diferencia de cuando tenía 10, la vida se me sigue yendo y es bien cabrón no encontrar un lugar que sea tuyo para agarrarte".
"A ver si el sábado temprano podemos ir al mercado para comprarle algo a mi sobrina, se lo voy a mandar a ver si llega antes de su fiesta".
A sus tres hijas no las ha vuelto a ver. A dos de ellas ni siquiera las conoce. Quedaron atrás, con el resto de los días que se mueren al nacer el siguiente.
Vivimos en un país que presume de ser democrático, incluyente y respetuoso de los Derechos Humanos. Pero la desigualdad, marginación, pobreza y exclusión impiden el desarrollo pleno de la libertad, característico de toda democracia. Incluso presenta rasgos de coerción: la regla de la mayoría, elemento necesario en las democracias constitucionales que, sin embargo, falla cuando a la mayoría lo une un cierto interés y los derechos de las minorías corren peligro; la exclusión y sus criterios para decir quiénes son ciudadanos y la anulación de alternativas reales para elegir entre varias formas de vida (Dieterlen 2001).
¿Qué puede decidir un muchacho cuyo primer recuerdo transcurre en dejar la calle y huir de su ciudad trepado en un trailer a los 6 años? ¿A qué trabajo digno puede aspirar si no existe más allá de los ojos de sus compañeros porque no tiene domicilio ni siquiera acta de nacimiento, porque no es "ciudadano"?.
Llegó el sábado. Vicente se levantó antes que todos. Se metió a bañar y se lavó el cabello con el paquete de shampoo que compró la noche anterior. En una bolsa lleva sus shorts llenos de cemento, ahora viste unos nuevos que le costaron 75 pesos y una camisa color naranja.
Al llegar al Mercado de Artesanías, donde estaba la obra que trabajaba, el "cabrón que no sirve ni para dar órdenes", su jefe, le cortó las alas.
-¿A dónde? Todavía falta que termines la pared izquierda.
-Quedamos que para la siguiente semana.
-No, no me acuerdo. Hazlo hoy. Y por favor checas los remates de los arcos y vuelve a repellar la pared que hiciste ayer porque la mezcla quedó granulenta.
Son las 10 y media de la noche del sábado y Vicente acaba de salir de trabajar. Tiene el cuerpo salpicado de cemento que le tapa las cicatrices, el cabello hecho pasta, la camisa arrugada bajo el brazo y sus shorts nuevos sin ninguna diferencia de los viejos. El tiempo volvió a ser un montón de obsesivos días interminables.

SOBRE LAS RUINAS DE LAS CERTIDUMBRES
"Aquí funciona la ley del más fuerte. Hablan de constitucionalismo, es una palabra bonita, sonora, pero ni siquiera sé que quiere decir. Para mi tengo que vivimos en medio de la violencia y el egoísmo. Vivimos de prisa y tenemos que estar constantemente en guardia" Roberto Sánchez, en Los Hijos de Sánchez de Oscar Lewis.

Las ideas antagónicas del marxismo y el neoliberalismo coincidían en la promesa de modernización y desarrollo del individuo en un plano colectivo o individual, respectivamente.
El rimbombante adjetivo de México como una república democrática, en plena pretensión de la modernidad, tampoco fue suficiente para que el ideal de los Derechos Humanos se cumpliera: más de la mitad del país vive en condición de pobreza y más allá de la carencia y acceso a bienes materiales, la desigualdad social, la exclusión de las minorías, la falta de oportunidades son historias de todos los días cuyo rostro se ve en los clientes del Albergue Nocturno del DIF Municipal de Veracruz, en la calle, en los ciudadanos de a pie, en los hogares con violencia, en los estudiantes que no alcanzaron matrícula, en los artistas y deportistas sin espacios, en los desempleados, en quienes pasan dos terceras partes de su día en un empleo de burla social, en los presos, las prostitutas, los policías, los niños que trabajan y los que sólo conviven con la tele, el internet y el nintendo, las madres solteras y los hombres solitarios, en los indígenas, campesinos y migrantes, en los enfermos, los moribundos y los homosexuales, entre otros.
Vicente y yo regresamos caminando hacia el albergue tejiendo entre calles y callejones para hacer tiempo. Ninguno de los dos quiere llegar. Lo veo con su ropa llena de cemento, contando, calculando, escucho lo que no hizo con su dinero, fracasado y sin sábado que le dé esperanza, lo veo mirar las grandes tiendas, lo oigo hablar de sus hijas, lo pienso en el albergue junto con sus compañeros, todos como sombras.
Vamos sorteando urbanos llenos de gente apresurada, carros relucientes porque se acerca la
hora de la fiesta, del reventón, oficinistas disfrazados de galanes sabatinos se cruzan frente a nosotros, adolescentes maquilladas que en unas cuantas horas serán conquistadas con la rosa y la copa, la ciudad se enciende, se agita, se transforma, vibra, y mientras, nosotros caminamos entre construcciones y tiendas, a cada instante más grandes, más bonitas, más brillosas... más lejanas y más ajenas...
Miro a Vicente y pienso si le gustaría ser como ellos (como nosotros), si desearía surcar las calles a toda velocidad, salir del rincón en la banqueta, de la sombra, tirar su ropa manchada de cemento y mandar al carajo a su jefe. Pero miro de nuevo alrededor y veo a la ciudad tras bambalinas, ya sin maquillaje, veo el maratón tras el coche nuevo cada año, la vida a cuentagotas, la seguridad clasemediera, el cine del domingo, el amor de cartón, la casa y el sexo de cartón, la esposa, el esposo, los hijos, el sueldo, la quincena arañada, la carrera, la corbata que asfixia y las medias que gangrenan, la risa que se va, el tiempo sobre los hombros. Volteo de nuevo y lo veo y no sé entonces, no me atrevo a asegurar cuál es el juego que vale la pena jugar.
¿Qué derecho tenemos nosotros a cambiar al otro en aquellos casos en que la diferencia se mezcla con la desigualdad? ¿Hasta dónde tenemos derecho a establecer formas, estilos y valores de vida a los "Otros"? ¿Les podemos ofrecer un mejor lugar en "nuestra" sociedad? ¿Dónde queda el derecho del "Otro" a ser y pertenecer?.
Un gobierno democrático debería propiciar el desarrollo individual y comunitario de los individuos, pero las políticas públicas siguen teniendo como pilar el carácter económico a la vez que rezagan su perfil ético. Con ello se mantienen sólo como medios para justificar lo contradictorio entre el reconocimiento de los valores sociales de libertad e igualdad y la presencia de desigualdades, culpando de la pobreza a los mismos individuos o grupos y a su cultura.
La estratificación por clase, raza género, las limitaciones objetivas y las decisiones históricas restringen las opciones de algunos grupos. Los pobres y marginados están incluidos en el sistema productivo, pero no reciben ningún beneficio porque son excluidos de las esferas de participación y poder, porque no tienen voz: el requisito para la dominación de algunos, es la exclusión de muchos.
Sería cosa fácil considerar el cumplimiento del derecho a ser y pertenecer a la comunidad "rescatando" a los grupos marginados y excluidos de las sombras, pero estaríamos a la vez limitando su capacidad y derecho para decidir primero, si quieren hacerlo y después, el papel que quieren desempeñar.
Los derechos humanos encuentran en este escenario un espacio que debe reconocer el derecho de los "Otros" a vivir integrados, sin coartar su libertad de elegir cómo quieren hacerlo.
Plantear el desarrollo y la igualdad con los "Otros" a partir de la mirada de quienes los hemos excluido, es regresar al punto de partida, en donde decidimos liberarlos para cumplir con los requisitos que exige ser una sociedad democrática.
Pero es evidente que nos empeñamos en construir un país sobre edificios a punto del derrumbe y falsas certezas, con políticas asistencialistas y una actitud redentora, cuyo principal objetivo pareciera ser no propiciar las condiciones de igualdad, sino celebrarnos a nosotros mismos.
Esta actitud hacia los "Otros" no deja de ser lo que Freire (1997) llama "falsa generosidad", la sociedad tiene necesidad de que la situación de injusticia permanezca a fin de que su bondad continúe en la posibilidad de realizarse, de justificarse.
Pero los mismos excluidos encarnan en su ser la necesidad de oprimir para sentirse liberados. Mientras ese afán de dominar y modificar al "Otro" o a quien nos somete no sea eliminado, no lograremos vivir en una sociedad libre que garantice el cumplimiento de los Derechos Humanos, el desarrollo pleno del individuo en y con su comunidad,
La propuesta entonces no es "rescatar" a los pobres, marginados y excluidos, porque pretender la liberación, sin que intervengan en su reflexión, es transformarlos en objetos que deben ser salvados, es hacerlos caer en el engaño populista, es pretender incorporarlos con mecanismos de domesticación.
Freire reconoce que una liberación vertical nunca será posible porque el opresor siempre mantendrá esa falsa generosidad hacia los "Otros". Por el contrario, el proceso debe surgir desde abajo, desde la lucha entre los excluidos, quienes decidirán entre ser ellos mismos o ser duales, entre expulsar o no al opresor que llevan dentro de sí, entre seguir prescripciones o tener opciones, entre actuar o sentir que actúan en la acción de los opresores.
El mismo mecanismo debe darse en los opresores. Solidarizarse con los "Otros" no es tener conciencia de que explota y "racionalizar" su culpa de manera paternalista va más allá de la caridad que mantiene la dependencia. La solidaridad exige asumir las condiciones del otro, reconocerse en él, verlo como hombre concreto que sufre, despojado de la palabra y en un ambiente de injusticia.
Este proceso encierra una nueva limitante. Los mecanismos de diálogo. ¿Cómo puedo dialogar si me admito como un hombre diferente, virtuoso frente a los otros, que son meros objetos en los que no reconozco otros "yo"?.
Los medios de comunicación constituyen un espejo de la sociedad y, a la vez, sirven de puente entre gobernantes y gobernados. Su irrupción impide el diálogo vertical y horizontal y ha provocado un monólogo de arriba hacia abajo.
Hasta ahora estas líneas de diálogo han servido a los grupos de poder y se han mantenido en la dinámica de oprimir y liberar a conveniencia.
Hablar de democracia y callar al pueblo es una farsa, hablar de humanismo y negar a los hombres, una contradicción. Mientras no existan medios y puentes verdaderos, no habrá diálogo, sin diálogo no hay liberación. Por eso las bases para el acercamiento deben fundarse en razones diferentes a la lógica de acumulación y ganancia.
Sólo en esta lucha paralela de la sociedad y los excluidos será posible la libertad, pero para lograrlo es indispensable que las esferas de poder, que la sociedad misma, que cada uno de nosotros, tomemos conciencia de esta exclusión y nos reconozcamos en los "Otros", que seamos capaces de asumir la responsabilidad que este proceso exige y eliminar nuestra posición "liberadora" que nos mantiene en un círculo de autocomplacencia y nos impide regresar a los "Otros" su voz, reconociendo su individualidad, su derecho a ser.